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ÉPOCA DE VACAS FLACAS

  • Writer: yesmissv
    yesmissv
  • Jan 25, 2020
  • 3 min read


Casi todos conocemos los contenidos del capítulo del libro Bíblico del Génesis, donde se nos relata que un Faraón tuvo un sueño que lo perturbó mucho: vio que siete vacas gordas y hermosas salían del río, y comenzaban a pastar en el prado. Luego, justo detrás de ellas, el faraón vio a siete vacas raquíticas y feas que se acercaban a las gordas y, acto seguido, empezaron a comérselas. Así nomás.


El faraón se despertó, entonces... para volver a dormirse y volver a soñar casi con lo mismo. Pero ahora, en vez de ser vacas, eran espigas.


Naturalmente, a la mañana siguiente, el señor faraón estaba bastante agitado. Pero, desafortunadamente, ninguno de sus magos y sacerdotes de cabecera pudieron descifrar el mentado sueño. Excepto por un joven Hebreo llamado José, siervo del capitán de la guardia famoso por haber tenido una capa de bonitos colores y por saber interpretar sueños, y a quien el señor faraón mandó llamar, muy apuradamente.


José le dijo al faraón lo que nosotros ya sabemos, ya sea porque nos lo platicaron en el catecismo, porque lo leímos nosotros mismos, o porque actuamos la obra con el grupo juvenil: que las siete vacas (o espigas) gordas, significan abundancia; mientras que las siete vacas (o espigas...) flacas, significan escasez.


Como cuento, los sueños de José son amenos y hasta algo jocosos. Y, si no fuera porque soy una persona tan devota, diría que, tales vivencias, son hasta algo inconcebibles.


Como enseñanza de vida, cala hasta la médula de los huesos, sobre todo, porque esas enseñanzas milenarias, y que están escritas para que cualquiera pueda leerlas, no son interpretadas, pero sí muy ignoradas, hasta que estamos parados junto a las vacas flacas, o encima de las espigas resecas, que casi se han hecho polvo...


Cuando hay mucho (o incluso, lo suficiente) de todo, rara vez pensamos en la poquedad. No solo en lo económico, queridos lectores, sino en lo laboral, en lo espiritual, en lo moral. En lo humano.


Es entonces cuando pasan dos cosas: la primera, es que tocamos fondo, y tenemos un sentimiento tal de desolación que, o nos impulsa a hacer cambios, con base en el trabajo arduo, pero también con base en la esperanza (si es que no se ha perdido ya), o nos sume en el desconsuelo, la desesperación, y el desaliento.


La segunda, es que, de nuevo queremos (si así lo elegimos) abrir nuestros ojos a nuestro gris entorno, y vemos no una, sino varias manos, fuertes, cálidas, amorosas; que no cargan, sino impulsan; que no regalan, sino facilitan. Las manos de aquellos quienes nunca nos dejaron perdernos entre las vacas flacas, o las espigas resecas: las manos de aquellas personas que nos aman verdaderamente.


Esas siete vacas flacas, las espigas resecas, el tocar fondo, y las fuertes manos son, sin embargo, una llamada más de atención; otra manera, de las muchas a Su disposición, con las que el que es la Vida nos arrastra fuera de nuestras áreas de cálida comodidad, nos regresa a nuestros sentidos, y nos hace volvernos más humanos, tal vez un poco más escatológicos, pero a la vez, mejor situados en nuestro terrenal aquí, y en nuestro efímero ahora.


Gracias de corazón al que es la Vida por las vacas gordas, que me permiten vivir mi humanidad de manera serena y cómoda. Y dobles gracias al que es la Palabra Viva, manifiesta y restauradora, por las vacas flacas, que me permiten darme cuenta de la fragilidad de mi humanidad, de la limitación de mis serenidades, y de lo efímero de mis comodidades.


Finalmente, dentro de este torbellino cósmico de sueños y realidades en el que me encuentro inmersa, por ahora, me mantendré firme y atenta, sin tratar de escapar, ni buscar significados alternos. Voy a hacer de mi sueño la solución.


Con esperanza,

Miss V.





 
 
 

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