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VEINTISIETE...

  • Writer: yesmissv
    yesmissv
  • Jul 20, 2023
  • 3 min read

Desde que tengo memoria, nunca he sido muy buena con los números. Todavía a estas alturas, a veces sigo contando con los dedos, para estar segura del resultado de una suma. O bien, tengo que sacar la calculadora para hacer restas que, a cualquier otra persona, le parecerían sencillas.


Un día, en secundaria, el profe de matemáticas (y física, y biología, y coro, y banda de guerra, y no sé de qué más), un consentido de las monjas, me dijo que yo debía tener el control de los números. Que jugara con ellos.


Demasiado tarde. Ya para esas alturas, aún a mi corta edad, no solamente no jugaba yo con los números, sino que los números eran los que jugaban conmigo; y, además, me usaban de balón, y hasta hacían una fiesta, con mi llanto como música de fondo.


Pero, de vez en cuando, ya de vieja, tal vez por demostrarles que todavía puedo controlarlos, me he llegado a encaprichar con los números, de manera más bien informal (por no decir infantil) por ejemplo, sumando los números de las placas de todos los coches, repasando mentalmente la tabla del siete, contando mis pasos a la tienda, y no sé qué tonterías más…


Estos meses, por ejemplo, le he tenido un afecto especial a aquellos números que, sumando cada una de sus cifras, dan “tres” (o múltiplos de tres) como resultado: el número de sílabas en un verso, las hojas nuevas que le salen a mis plantas, la suma de las cifras del número de "me gusta" (junto con el mío) en una publicación...


U hoy, por ejemplo.


No es que la fecha de hoy, al sumar cada uno de sus dígitos, me dé tres. Sino que, el día de hoy, habría cumplido veintisiete años de casada. Y los dos números que conforman el veintisiete, me arrojan un múltiplo de tres.


La profundidad de los números y su poder rebuscador no son mi fuerte, aunque hoy ocupen mi pensamiento en forma de pasajera obsesión. Pero, aunque haya prometido ya no recordar esta fecha, con todo y su poder numérico, o no, de alguna manera el fantasma de los recuerdos olvidados insiste en invocarla. De golpe, en el último momento. Mira la hora que es…


Hoy recuerdo, sin conmemorar, el principio de un matrimonio que duraría sólo siete años, un número que, por cierto, no es para nada un múltiplo de tres pero que, según las escrituras indican que, a menudo, simboliza la perfección. O la terminación.


Nadie que conociera nuestro matrimonio habría imaginado su duración. Es más, nosotros que sí lo conocíamos, tampoco lo imaginábamos. Pero estoy segura de que, por la manera en la que lo comenzamos, los dos teníamos los mismos propósitos, y, tal vez, hasta las mismas intenciones, para nuestra incipiente familia.


El objetivo de esta prédica no es recordar el fin de nuestro matrimonio, sino el principio. La fecha, la cantidad de años que pudieron haber sido, el número múltiplo de tres, lo amerita. Por mi parte, hice lo mejor que pude para amar de la mejor manera que sabía. No me arrepiento de cuán diligentemente traté de vivir, y hacer crecer, nuestro matrimonio. Pero tengo suerte de poder dormir en paz, sabiendo que hice todo lo que estaba a mi alcance para salvaguardar su corazón, aún a costa del mío.


Han pasado veintisiete años desde el día en que, frente al altar, juré amar hasta la muerte. Y, aunque a pesar de no quererlo, e insisto en recordarlo, no hay vuelta atrás. Porque nuestro matrimonio me enseñó a amar de manera diferente. Me enseñó a vivir experiencias nuevas, que nos llevaron a crear vida nueva. Pero sobre todo, fue el final de nuestro matrimonio, que con su vuelo a otro plano, me enseñó a vivir.


Agradezco al que es la Vida por haberlo acomodado, aunque fuera temporalmente, en mi historia. Porque su recorrido por ella me provocó extender mis alas, aunque él haya deseado cortarlas muchas veces. Porque su presencia en ella me trajo experiencias que me enseñaron a fructificar, aunque no siempre me haya tomado en serio. Porque su paso por ella me trajo a las personas que llenan mi corazón, y que hoy nos hace ser un número múltiplo de tres, aunque no las (nos) conozcas.


Feliz aniversario para mí, independientemente de lo que represente hoy, para quienes lo conocieron o para quienes todavía lo recuerdan. Porque puede que el amor por los ausentes termine, pero quedan vestigios de lo que fue, y continúa creciendo y derramándose entre otras personas.


En este caso, entre tres.


Obsesionada con los números,

Miss V.

 
 
 

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