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TIRA LA VACA AL PRECIPICIO...

Writer's picture: yesmissvyesmissv

Hay una fábula que a lo mejor ya te sabes, que trata de un sabio que, uno de esos días, llegó con su discípulo a la casa de una familia, no pobre. Paupérrima. El sabio, viendo cómo dependían enteramente de una única vaca que tenían para sobrevivir, después de irse de esa casita, mandó a su discípulo a tirar la vaca al precipicio.


El discípulo espantado por aquella petición, pero honrando sus votos de obediencia, hizo lo que le pidieron, y fue a tirar la vaca al precipicio. A escondidas de la familia, claro.


La vaca, obviamente, pasó a mejor vida, pero también los inquilinos de la casa aquella quienes, viendo a su única fuente de sustento acabada, se dieron a la tarea de mejorar sus vidas, buscando otros medios que les permitieran, no sólo sobrevivir a medias, sino vivir íntegramente.


La moraleja del cuento es que, de alguna manera, todos tenemos una vaca que nos impide mejorar. Y que, aunque el hecho de que alguien tire nuestra vaca por el precipicio se vea como algo negativo, en realidad es el inicio de algo beneficioso, que conduce a una prosperidad, otrora inexistente. O, tal vez presente, pero imperceptible.


No es la primera vez que leo este cuento, ni la primera vez que me lo cuentan, por lo que el impacto inicial ya había perdido algo de su significancia. Además, éste es el relato/lectura favorito de aquellos motivadores que buscan dejar en aquellos que lo escuchamos, una señal de que el cambio es bueno, pero al que no todos nos atrevemos a emprender el viaje. Voluntaria o involuntariamente, dicho sea de paso.


Resulta que un día, hace como un año, muy coincidentemente, después de haber leído este relato por enésima vez, una maestra que conozco, nos involucró en una dinámica rompe-hielo, con preguntas, respuestas, y opiniones, todas girando alrededor de la mentada (y sobadísima) fábula. Habíamos estado atravesando por una serie de dificultades laborales en las que, según las nuevas autoridades, finalmente, y muy conscientemente, nos habíamos deshecho de la vaca que no sólo nos estaba impidiendo crecer, sino que hasta nos estaba hundiendo.


Esto, obviamente, daba lugar al cambio tan necesario y tan maravilloso que relata la historia, por lo que este suceso embonaba perfectamente con los resultados de deshacernos de una vaca. Que no es necesariamente “alguien”. Puede también ser “algo”…


Acepto, con mucha vergüenza (pero con mucho más crecimiento) haber sido parte del grupo que hizo fuerza común con las burlas, iniciadas por la maestra arriba mencionada (pero detenidas por nadie) quien, sin tapujos, hacía leña del árbol caído, y que buscaba en nosotros, los que doblegamos a sus burlas, una serie de cómplices que le ayudaran acabar con dicho árbol. O tirar a la vaca por un desfiladero.


Y con crueles y escandalosas vociferaciones, eso, precisamente, hicimos.


Y no fue sino hasta que hice filetes de la vaca en cuestión que me di cuenta….


No quiero insinuar siquiera que soy el centro de nada, o que el mundo gira alrededor de mí. Pero recuerdo perfectamente que tu servidora, en turno, también fue una vaca a la que tuvieron que despeñar. Fui la obstrucción de una “familia” a la que, de alguna manera u otra, le traje pobreza de crecimiento, o de evolución. O de lo que sea. También tuvieron que deshacerse de mí. Nada más que mi azotón, afortunadamente, no fue fatal. Sólo revelador.


Qué cruel indicador fueron mis propias palabras. Qué brutal confesión fueron mis propios discursos. Qué golpe de realidad fueron los implacables recuerdos del pasado. Pues, seguramente, años ha, cuando fui la vaca desbarrancada, seguramente alguien también se expresó de la misma manera en la que yo me expresé de la mortecina vaca que nos tenía a todos atorados, por nuestro gusto, en abominable complicidad.


Porque esa bufonada colectiva fue una revelación que me abrió los ojos, y me hizo mortificarme de golpe. Y con base en mi propia experiencia en precipicios, me dije: “Verónica. Ya se te olvidó aquella deteriorada frase que dice que ‘la vida es un cruel sube y baja’ ¿no? No te acordaste de que, aunque siempre estamos cerca de un precipicio, a veces estamos del lado del despeñador, y otras veces del lado del despeñado ¿verdad? Se te olvidó que, en algún momento, tú fuiste el discípulo que (no necesariamente) siguió órdenes, unas cuantas el maestro que tomó la decisión, y otras más, el pobre pero fastidioso bovino ¿no es cierto?”


Sentí feo.


Hoy le tocó a la burlona aquella tener que aceptar este papel, el de vaca, aun en contra de sus deseos, pues nadie en nuestro sano juicio nos ofrecemos como sacrificio, dispuesto para ser desbarrancado. Ciertamente, lo queríamos más de lo que lo esperábamos. Lo esperábamos más pronto de lo que ocurrió. Ocurrió más tarde de lo que queríamos.


Pero ocurrió.


Por eso, adiós.


Adiós a las vacas que ya no ayudamos a crecer, y que sólo estorbamos. Aunque nos duela aceptarlo al principio.


Adiós a las vacas que nos empeñamos a estar en algún lugar que ya nos queda chico. Aunque ya no podamos, o no queramos, dar más.


Adiós a las vacas que estamos cegadas de poder, orgullo y despotismo. Aunque creamos que estamos haciendo lo correcto.


Adiós a las vacas que nos colgamos del risco, aun cuando ya nos aventaron, o cuando nos caímos solos, por miedo. Por aprehensión.


Pero, no canto victoria. Jamás me atrevería.


En este punto de mi vida, reflexiono en cuántas veces más habré sido la vaca de alguien, pues mi dependencia a ciertas personas, cosas o centros laborales crearon en mí una zona de tal comodidad, que nunca me imaginé que yo misma podría ser una de esas “vacas”.


Cuántas veces más me tendrán que arrojar por un risco, o cuantas veces más seré yo quien tire a mis propias vacas por algún precipicio, sólo es que es la Vida lo sabe a ciencia cierta. No necesariamente estaré siempre lista para ser arrojada a un acantilado u otro, pero llevaré en el corazón el signo de haber comprendido que en este cruel sube y baja que es la vida, a veces estaré del lado del despeñador, y otras veces del lado del despeñado…


Tirando mis vacas al precipicio,

Miss V.

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