REGALOS MAL ENVUELTOS
- yesmissv
- Jul 27, 2018
- 3 min read

Espérame tantito.
No es que yo ya haya alcanzado algún tipo de Nirvana personal, ni mucho menos. Pero viéndolo bien, desde esta lomita en la que hoy estoy parada, me doy cuenta que fue muy comodito para mí, durante mucho tiempo, culpar del caos de mi presente a los “hacedores de caos” de mi pasado. O sea: todos, menos yo, fueron culpables de mi falta de oportunidades, de la cortedad de mi visión, de la imperfección en mi trabajo, y hasta de mi fracaso en el amor.
De todo eso yo adolecía. Así, como adolescente. No como adulta.
Después, una mujer con nombre de diosa Romana, con sabiduría en el corazón, y cariño en sus pensamientos, me dijo (con palabras más bonitas) que las personas que nos educan, las que viven con nosotros, y las que nos aman (que pueden ser, o no, las mismas), nos dan desde su corazón, en su proceso, con su formación, y con su voluntad, los regalos que ellos creyeron que eran convenientes para nosotros.
También me dijo que, aun suponiendo que las personas que nos educan, las que viven con nosotros, y las que nos censuran (que pueden ser, o no, las mismas), nos den cosas (intencionalmente o no) que parecieran tener intenciones turbias, deshonestas, o difícil de entender, habrá que acomodar dichas cosas también en la categoría de regalos.
O sea: que yo ya estoy grandecita como para seguir culpando a quienes, por una razón u otra, me habían ido acompañado en el camino, aún en contra de mi voluntad; y esos quienes, por una razón u otra, me habían dado lo que habían podido, querido, o decidido, aún en contra de mi necesidad.
De todo eso adolezco aún. Aunque en menor medida. Ya como adulta.
Entonces, lo bueno y lo malo que recibí de manos, palabras o pensamientos de los demás son, a pesar de los pesares, regalos. Y como a todo regalo, debe agradecérsele su llegada, darle la bienvenida, y encontrarle un uso provechoso en el quehacer cotidiano.
A saber, tuve regalos bellamente envueltos en mensajes y obras que se desprenden de la parte de luz y bonanza del corazón de quien me los dio. Esos regalos los agradezco y atesoro porque los amo, porque son bellos. Porque me hacen sentirme valiosa y querida.
Pero también, tuve regalos con envolturas imperfectas, hechas de palabras hirientes y actitudes perversas, que se desprenden de la parte oscura o indiferente del corazón de quien me los dio. Esos regalos los agradezco y atesoro aunque me contraríen, porque me hacen crecer en el conocimiento de mis emociones, y madurar en el encuentro conmigo misma.
Así me digo (me exijo) a mí misma: "¡Ya basta de mirar al pasado buscando culpables, más para descansar tus propias culpabilidades presentes, que para adquirir nuevos compromisos personales! ¡Basta de culpar a la indiferencia y/o al dominio de los demás, cuando hoy por hoy, tu esmero y tus talentos son los que te mueven a hacer, no sólo lo que quieres, sino lo que debes! ¡Lo que tu conciencia y tu corazón te dicten a la par!"
O sea: las bridas de mi vida actual debo controlarlas yo, para no desbocarme, para no ignorar los regalos de mi pasado, para hacerme de la responsabilidad de cambiar mi propia vida, para no abandonar la cordura, y para no condenar a esos “hacedores de caos” (intencionales o no).
Pero, espérame tantito.
No es que yo ya haya alcanzado algún tipo de Nirvana personal, ni mucho menos. Pero desde esta lomita en la que estoy parada (y luego en el siguiente valle, y en otra elevación más adelante), todos los regalos que reciba, ya bien o mal envueltos, insistiré en agradecer, atesorar, y darles la bienvenida, porque ningún regalo (y menos los que da la vida) deben despreciarse jamás.
Miss V.
Comments