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¿QUÉ TIENE DE BUENO EL MAGISTERIO??

Writer's picture: yesmissvyesmissv

Updated: May 23, 2024



Como cada fecha importante, o cada acontecimiento de significancia en mi vida en el que se me ocurre ponerme a pensar, el Quince de Mayo, día del Maestro, no tiene por qué ser diferente...


Ya llevo treinta y cinco años en esto, y cada año, sin excepción pienso que los inicios de la vida docente son una cosa bien chistosa: o entras a ella porque desde niño lo has querido, o entras a ella exclusivamente de forma fortuita e inesperada.


Cualquiera puede entrar, pero no cualquiera se queda. Hay lugar para todos, pero no todos la aman. La mayoría queremos dejarla, pero la mayoría regresamos siempre.


¿Qué tiene el magisterio que atrapa, que apresa, que encanta?


¿Qué encontramos en las aulas que engancha, que ata, que cautiva?


El salario no es necesariamente bueno, los alumnos pueden llegar a ser muy crueles, los escenarios laborales no siempre son ideales, los padres y las madres de familia pueden ser indolentes u opresivos, el trabajo no termina con el horario laboral, y, para terminar, los dizque políticos de la educación ni saben de educación, ni son maestr@s...


Entonces, ¿por qué seguimos ahí??


Una amiga mía, que intentó ser maestra en lo que encontraba algo mejor qué hacer, me confesó un día, entre un traguito de tequila, y una mordida a un nacho, que ella creía que dar clases iba ser facilísimo. Que porque, además de que en la tele se ve súper sencillo, ella siempre supuso que ser maestra no era nada más que pararse en un aula esperando que todos escucharan, atentos y contentos, todos participando, todos amorosos, lo que ella tenía que decir.


Una vez en el aula, se vino a enterar de que, “dar clases” viene acompañado de una serie de actividades, casi todas engorrosísimas, que no pueden dejarse de lado, por muy experimentado que uno sea. Por un año completito la pobre estuvo rodeada de alumnos y alumnas que no tenían nada que ver con aquellos que ella vio en sus películas. Abrió los ojos a la terrible verdad de que su experiencia había sido la prueba más grande de paciencia, resiliencia y conciencia a la que se ha tenido que enfrentar en su vida, y finalizó diciendo que ni de chiste iba a desperdiciar otro año de su vida en un salón de clases.


Mi amiga no es la única que piensa y siente eso. Estamos rodeados de gente que supone que es fácil, porque, obviamente, jamás han estado de pie frente a un montón de chiquillos (y a veces adultos) que lo que menos quieren es aprender.


Las faltas de consideración por aquellos no-maestros también son constantes, pues con la libertad de opinar acerca de todo y de todos, aquellos duros jueces que no hayan vivido la hermosa pero exhaustiva vida docente, expresan lo que creen que es el magisterio, a veces con malicia, otras veces con burla, pues su única experiencia es haber sido alumnos hace muchos años, o haber visto en la televisión parodias de la escuela.


Cierto. También hay personas decentes que no opinan de lo que no conocen. Sin embargo, todos, incluso aquellos que no tienen relación con la docencia, o que NO han fungido jamás como docentes, han opinado acerca de lo que un maestro debe ser, hacer y decir.


A veces ni nosotros como profesores tenemos mucho que decir, pues aunque cansados de la triste evolución que ha tenido la educación, no necesitamos opinar mucho, cuando llevamos la vocación clavada en el corazón y tatuada en el alma.


Y aunque somos frecuentemente poco apreciados, y frecuentemente harto criticados, vienen a mi mente, no más que a mi espíritu, estas palabras: el magisterio tiene MUCHO de bueno.


Mi entrada al magisterio, hace treinta y cinco años, también fue fortuita e inesperada. Pero qué bendición del que es la Vida que mi primera profesión haya sido la única, y que además siga siendo la que, en lo personal, considero una de las más bellas pero frustrantes funciones, casi equiparable a mi labor de mamá.


En este mundo que se trasforma de manera tan acelerada, y que nos hace padecer sentimientos de debilidad, desgano, y/o desánimo, el acto de arrojo más grande de un maestro es aceptar que, aún sin “saberlo todo”, sin ser enteramente valorados, pero sí constantemente señalados por lo que hagamos o lo que no (incluso por nuestros propios superiores), seguimos firmes en nuestra labor magisterial con el espíritu de servicio desinteresado, propio sólo de un docente valiente. Y eso es lo bueno de esta bella profesión.


También es cuestión de valor el estar dispuestos (con el corazón y la mente abiertos) sin que nadie nos lo pida, abrirnos a las posibilidades de fracaso y afanarnos por superarlo, motivar transformaciones positivas en otros (y en nosotros), aprender de los demás, y amar nuestra vocación hondamente. Todos los días. Aunque estemos a punto de tirar la toalla...


Por eso, para el ojo poco entrenado, y para el corazón no apasionado, la vocación del magisterio no tiene nada de bueno. Pero lo bueno que tiene el magisterio somos nosotros. Somos nosotras. Maestros y maestras valientes, que hacemos de nuestra labor la base del futuro de muchos, más aún cuando sabemos que el corazón de la educación es la educación con corazón.

Queridos amigos maestros. Queridas amigas maestras; que nuestra labor magisterial, que es por muchas circunstancias una labor de amor, y un símil del cariño que una madre o un padre siente por sus (miles!) de hijos adoptivos, sea también una labor llena de satisfacciones, nunca carente de esperanza, y que mantenga nuestro espíritu inquebrantable; y que aunque me falta mucho por aprender todavía, y aunque mi desgano a veces crezca a la par que el desinterés de muchos de mis alumnos, es esta vocación, que amo con todo mi ser, la que me tiene, a veces acongojada, pero siempre fuerte y decidida. Felicidades, amigos, amigas y colegas!


Miss V.

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