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Con otro nuevo próximo festejo de la Independencia de esta gran Nación, tan hermosa pero tan ajada, hay ciudadanos quienes todavía buscamos mostrar, de cualquier manera posible, el amor por nuestra patria. Hoy, en medio de lo que es evidentemente una fea división nacional más por intereses partidistas, muy intransigente en muchos frentes, que por el bien común, se me antoja rumiar al respecto de las muchas máscaras nacionalistas que usamos, a veces a conveniencia, a veces según el humor, o a veces según la fecha.
Y, hablando de fechas, no sé qué tienen estas fechas Septembrinas que, vestir los colores patrios, escuchar música tradicional, cenar pozole, adornar con cadenas de papel de china, y hacer desfiles, nos acerca más al estado de patriotismo que nos hace sentir, muy orgullosamente, mexicanos. A la voz de “como México no hay dos” o de “México lindo y querido”, nuestros ojitos se humedecen de felicidad, nuestros sentidos se desbordan de respeto, y nuestro corazón se ensancha de orgullo por el amor que, muchos clamamos, le tenemos a nuestro país pues, a pesar de los pesares, sigue siendo nuestra cuna, y no la cambiaríamos por nada.
Hasta que la cambiamos por cualquier otra cosa.
Banderas en las ventanas de las casas, las antenas y los cofres del coche, y hasta en la ropa, son los signos que nos hacen sentir más mexicanos que nunca. Pero sólo en septiembre.
Desde que estábamos en edad escolar, nuestros profesores y profesoras nos enseñaron, tal vez un poquillo más de los que nos enseñaron nuestros papás y mamás, una pequeña parte del complejo significado de patriotismo, haciéndonos participar en las tradiciones propias del amor a la nación, tales como cantar el himno nacional, saludar al lábaro patrio, recitar el juramento a la bandera…
Ciertamente, patriotismo y nacionalismo no son necesariamente sinónimos, aunque ambos se traten de profesar el amor por lo nuestro, o la búsqueda de los valores en nuestro diario actuar, entre otras cosas.
Por una parte, el patriotismo enfatiza el respeto por las instituciones que conforman a la patria, de tal manera como también aboga por la libertad de quienes la conformamos. De nosotros. El pueblo.
Por la otra, el nacionalismo defiende la identidad cultural, y todo lo que esta conlleve, de quienes formamos parte de ella. De nosotros. De la gente.
O sea, el patriotismo pide un cariño desprendido. Es generoso.
Abraza, incluso, a todo aquel extranjero o cuasi extranjero que muestre, aunque sea, un sutil guiño o una magra, pero positiva mención a algo mexicano. La música. La historia. Los dulces.
Por eso, cuando algún (famoso) extranjero medianamente honra UNA característica de México, por mínima que sea, nos enamora del todo, y lo colocamos en la lista de nuestros seres humanos favoritos de ese momento en más.
El nacionalismo, por su parte, exige una sumisión categórica. Es celoso.
Desprecia, de hecho, a todo aquel extranjero o cuasi extranjero que muestre, aunque sea un sutil guiño o una magra, pero negativa mención a algo mexicano. Las playas. La gente. La comida…
Por eso, cuando algún (famoso) extranjero medianamente desprecia UNA característica de México, por minúscula que sea, se gana todo nuestro odio, y lo consideramos persona non-grata de ese momento en más.
Así somos los mexicanos. Unos colorados, otros descoloridos. Unos valiosos, otros ventajosos. Unos auténticos, otros artificiales.
Unos nacimos aquí. Otros nacieron en otra parte.
A unos les gusta los chiles rellenos. A otros los chicken nuggets…
Somos como cualquier otra persona de cualquier otra nación.
Somos amorosos y fieles. A veces incondicionalmente. A veces a conveniencia.
Nos unen la historia, la música, las tragedias.
Nos dividen el fútbol, la violencia, la política.
Pero no importa el nombre que le pongamos al sentimiento de amor que tengamos por la patria, ni cómo lo demostremos. Aparentemente para muchos de nosotros sólo tiene una duración de quince días. Y nada más.
Y, aquí y allende las fronteras, la noche del “Grito”, nos llenamos la boca de “que-viva-Méxicos”, mencionando además a los héroes que nos dieron patria y libertad.
"¡Mexicanos!
¡Vivan los héroes que nos dieron patria!
¡Viva Hidalgo!
¡Viva Morelos!
¡Viva Josefa Ortiz de Domínguez!
¡Viva Allende!
¡Viva Aldama!
¡Viva la independencia Nacional!
¡Viva México! ¡Viva México! ¡Viva México!”
Sí.
Que viva México.
¡QUE VIVA...!!
Pero ojalá que siga viviendo si continuamos estacionándonos en doble fila, en un lugar prohibido, o en el lugar de los discapacitados.
Ojalá que siga viviendo si seguimos levantándonos tarde, pero queriendo llegar temprano.
Ojalá que siga viviendo cuando llegamos tarde a todos lados, cuando dejamos todo para el final y cuando lo hacemos al aventón.
Ojalá que siga viviendo si reiteradamente ponemos pretextos para todo, evadiendo nuestras responsabilidades más básicas.
Ojalá que siga viviendo si insistimos en traspasar la paz de los demás e ignorar su tranquilidad.
Ojalá que siga viviendo si no dejamos de apuntar acusadoramente y con desprecio a los que no piensan como nosotros.
Ojalá siga viviendo si nos empeñamos en faltar el respeto con prepotencia, sin el más mínimo sentimiento de empatía.
Ojalá que siga viviendo si mantenemos la costumbre de tirar basura en la calle, la de desperdiciar el agua, la de talar árboles.
Ojalá que siga viviendo si insistimos en tener la licencia vencida, en no detenernos en los altos, o en dar mordida.
Ojalá que siga viviendo si repetimos a cada momento que nos sentimos orgullosos de todo lo anterior (y morirnos de risa al decirlo) porque, al fin que ASÍ somos los mexicanos...
¡Sí! ¡QUE VIVA MÉXICO!!
Ojalá que por muchos, muchos años más...
Buscando el progreso,
Miss V
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