NO. NO GENERALIZO...

¿Quién sabe...?

Quién sabe si es educacional, generacional o personal, pero veo entre mis queridos alumnos a un número creciente de jueces que rayan en lo tiránico, pero que son incapaces de recibir ningún tipo de crítica. Aunque no. No generalizo.

Quién sabe si son sus historias o su domesticación las que hayan creado seres humanos fastidiados de su insipiente vida, buscando el placer inmediato, pero negados para mover un dedo por su propio beneficio, presente o futuro. Sin embargo, no. No generalizo.

Quién sabe si mi posición de maestra es la que me deja ser testigo de cómo, los más jóvenes, lejos de holísticos, se convierten en seres individualistas, con una grave falta de empatía, pero que pretenden dejan huella en la vida. Aún así, no. No generalizo.

Quién sabe si desde mi lugar de mamá, me ciegue ante las situaciones de rutinaria cotidianidad, y no quiera ver que mis hijos están inmersos en las mismas incertidumbres, inconsciencias, e ineptitudes que mis alumnos. Con todo, no. No generalizo.

Quién sabe lo que vaya a ser de ellos, de nosotros, de todos, si estos chiquillos (que exigen ser tratados como adultos pero que insisten en seguir actuando como niños) imaginan que las cosas se transformarán, revolucionando y provocando desde sus redes sociales, pero acomodados en el desenfado de sus vidas, en el desinterés de sus sentidos, y la vaciedad de sus propósitos. Mas, no. No generalizo.

Quién sabe si fuimos nosotros, la generación anterior, los que pusimos a estos niños, inconscientemente, en esa situación de fútil empoderamiento, frívolo enamoramiento y de feroz ensañamiento. Pese a todo, no. No generalizo.

Quién sabe si esa es la razón por la que nuestro quehacer de docentes es el quehacer que tanto amamos, y que, a pesar de las particularidades y generalidades de nuestros pupilos, estamos felizmente enganchados, profundamente enamorados y valientemente entregados. Pero no, no todos. No generalizo.

No generalizo.

Con esperanza,

Miss V.