LOS PROFES SOMOS CASI NORMALES
- yesmissv
- May 29, 2019
- 3 min read

Los profesores hemos estado, casi todos por gusto propio, siempre en la mira. En el ojo del huracán. Estar parados frente a una multitud, nos hace propensos al diario escaneo general, en especial del de nuestros muchos, y diferentes, pero apreciados estudiantes. Pero no sólo eso, damas y caballeros: también estamos en la mira de nuestros (múltiples) jefes, que evalúan nuestra labor con lupa, como si no hubiera un mañana, aunque ellos mismos no hayan siquiera pisado las aulas por mucho tiempo. O nunca.
Tampoco somos ajenos a lo que pasa en nuestro entorno, ni podemos resistirnos a lo peor que de nosotros saca (muchas veces) la tensión de la diaria ocupación; los malestares que ocasionan (casi siempre) aquellos que no comprenden ni conocen nuestra labor; y las dudas que se originan (cada momento) a raíz de la incertidumbre que siempre provoca el futuro.
Es el presente, sin embargo, lo que me mueve a escribir esta catarsis. A pesar de haber estado en esta profesión tan maravillosa por treinta años, en una escuela o en otra, me doy cuenta de que siempre ocurrirá que los profes, ante los ojos de los estudiantes, somos una raza que nos cocemos aparte. Cuando se enteran de que también nos tomamos "selfies", que también tomamos tequila, que también salimos a bailar, que también tenemos hijos, y que también hemos sufrido por amor, pareciera que estuviéramos hablando de hazañas increíbles que cualquiera, menos un maestro, ha experimentado. Y nos vuelven a escanear, ahora con los ojos más abiertos que antes.
Y luego, con toda honestidad, cuando se enteran de que también alguien puede caernos gordo, sienten que es una travesura tal, que empiezan a interrogarnos, y quieren saber cuál profe de cuál materia, o cuál alumno de ese grupo en particular, nos cae mal. Y por qué.
- "Teacher, ¿Quién te cae mal de aquí?"
- "¿Crees que alguien de aquí me cae mal?"
- "No sé, teacher. ¡Por eso te pregunto!"
- "¡Tú notas que alguien me cae mal?"
- "¡No...!"
Ni lo notarás, novato pero aguzado, chamaco.
Ciertamente, así como no todos nuestros alumnos nos aman, no a todos nuestros alumnos los amamos. La labor docente, aunque digna, no es una labor mágica que provoca adorar desmedidamente, y a la primera, a todo ser viviente que se nos ponga enfrente. Pero sí hay magia en el amor a la vocación, y es la que me hace amar mi profesión, soportar tu testarudez, y tolerar tus escándalos, a pesar del espejo que me representas, imberbe y ocurrente mocoso.
Para que lo sepan, los profes somos personas (casi) normales, con gozos, inconvenientes y desconsuelos, como cualquier otro mortal de este planeta, aunque de nosotros se espere casi la virtud de una santidad pedagógica. Lo que más podemos acercarnos a la seriedad, es aparentar ser ecuánimes e indiferentes, en casi todo momento. Porque, a pesar de esa falsa frialdad y esa simulada indiferencia, nos derretimos como velas al amor que muchos de nuestros alumnos nos dan con la sinceridad que sólo pueden profesar los espíritus jóvenes, los ánimos frescos, los cariños honestos.
Así, una palabra adecuada, un gesto de complicidad, un mensaje o un dibujo en el pizarrón, o un juego sin objetivos planeados, da lugar al amor por la educación, de aquí para allá, y de allá para acá. Y son esas pinceladas del día a día, las que nos mueven a amar a estos chiquillos, en esta compleja, nunca bien ponderada, pero sublime, vocación.
Con cariño,
Miss V.
Comments