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LA GUERRA DE LOS MUNDOS

  • Writer: yesmissv
    yesmissv
  • Oct 29, 2019
  • 3 min read


En aquellos tiempos, por ahí del 30 de Octubre de 1938, en una importante urbe Estadounidense, se escuchaba un reporte radial que aseguraba, con mucha seriedad y urgencia, que nuestro planeta estaba siendo invadido por seres extraterrestres. La historia popular asegura que esto causó pánico entre la población local, e incluso, que hubo una paranoia colectiva que terminó en suicidios masivos.


Esto último, afortunadamente, vino a desmentirse luego: según los expertos, poca gente en realidad, sintonizaba esa estación de radio. Mr. Orson Welles, el actor narrador de estas “fake news”, basadas en la obra de de Mr. H. G. Wells, pidió disculpas después, arguyendo que su intención jamás había sido, según sus propias palabras, asustar a la población. Pero la población sí se asustó. Estudios del caso concluyen que, muy probablemente esta gente sintonizó la estación a la mitad de la narración, perdiéndose el “disclaimer”: “Tranquilos. La siguiente narración no es de ‘al devis’ sino ‘de al mentis’”.


Pero, creo yo, esta problemática pudo haber sido peor y, por ende, más alarmante. Con comunicaciones tan limitadas, y siendo la radio la única fuente de información cuasi inmediata en ese entonces, y sin otros recursos o fuentes de información, era lógico que el pueblo pusiera toda su confianza en una noticia escuchada en la radio que, por estar tan bien actuada, que la multitud creía que era real.


Es decir, siendo la radio la única fuente de información cuasi inmediata en ese entonces, y sin otros recursos o medios informativos, las noticias no corrieron con tanta rapidez, de otro modo, aquello se hubiera convertido en una pandemia de falsa y cruel información.


La culpa, claro está, no fue del buen Orson, un artista con mucho talento, y adelantado a su tiempo, sino de la gente inocente que tarde sintonizó la estación de radio.


Bravo por Mr. Orson Wells pues, aunque ya era un actor conocido, esto lo catapultó a ser el actor dramático de gran renombre que conocemos hasta nuestros días.



En estos tiempos por ahí del 23 de octubre del 2019, se leía en una importante ciudad Mexicana, un reporte en redes sociales que aseguraba con mucha seriedad y urgencia que habría una nueva escasez de gasolina. La voz popular asegura que esto causó pánico entre la población local e incluso que hubo una paranoia colectiva que terminó con un funesto asesinato.


Esto último, desafortunadamente, vino a asegurarse luego: según los usuarios de las redes, poca gente en realidad buscó fuentes alternativas de información en internet. El periódico local, principal narrador de estas “fake news”, basadas en un enojoso desliz de la administración federal actual, desmintió la noticia después, aclarando que dicha noticia era falsa y que mantuviéramos la calma. Pero la población no mantuvo la calma. Estudios del caso concluyen que, muy probablemente esta gente se fue a formar a las gasolineras sin buscar un “disclaimer” en otras fuentes: “Tranquilos. La última información no es de ‘al devis’ sino de ‘al mentis’”.


Sin embargo, creo yo, esta problemática pudo haber sido solucionada rápidamente, y de modo menos alarmante. Pues, con comunicaciones tan ilimitadas, y siendo el internet el único recurso de comunicación inmediata hoy, pero sin el más mínimo sentido común de hacer uso de otras fuentes de información, era lógico que la gente pusiera toda su confianza en UNA noticia publicada por UN periódico, de manera tan alarmista que creímos que era real.


Es decir, siendo las redes sociales las más rápidas comunicadoras de noticias rápidas en nuestro tiempo, pero sin la voluntad de usar otros medios de consulta, las noticias corrieron con tanta rapidez, que aquello estaba a nada de convertirse en una pandemia de falsa y cruel información.


La culpa, claro está, no fue sólo del periódico, un medio con mucho poder, y que se mueve con los tiempos, sino de la gente, cuya ignorancia selectiva nos lleva a tarde (o nunca) a buscar la información verdadera.


Bravo, población alarmista y ciega pues, aunque nos las damos de muy cultos y leídos, cosas como éstas nos llevan a ser la vergüenza ajena y el hazmerreír unos de otros, incluso en estos días…

 
 
 

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