¿LA AMANTE O LA ESPOSA?
- yesmissv

- Oct 24
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Updated: Oct 28

Al leer el título de este escrito, te habrás imaginado que contendría algún chisme jugoso, tal vez alguna diatriba pasional o, muy probablemente, un relato moralizador. Y puede que tenga un poco de cada uno.
¡Qué más quisiera yo que fuera puro chisme! Pues, aunque no vivo de él y procuro (casi) a toda costa evitarlo, una buena intriga de vez en cuando revitaliza, al mismo tiempo que nos pone en estado de alerta; no vaya a ser que el cuento nos afecte de manera directa, como es, precisamente, el caso que relataré hoy.
Hace unos años, tu servidora se encontraba en una situación emocional algo compleja. Como casi siempre en aquellos entonces. En esos días, yo creía que lo único con lo que podría encontrar algo de solaz era trabajar y trabajar. Nada más. Mi vida giraba casi exclusivamente en torno a mi trabajo, aunque yo argumentara que, en realidad, giraba en torno a la pequeña familia que mis pequeños hijos y yo conformábamos en ese momento.
Un amigo mío muy querido, y a quien llamaremos Sergio, sólo porque así se llama, viéndome tan abrumada, no sólo por el exceso de trabajo, sino por la falta de paz que trae no pensar en uno mismo de vez en cuando, un día me dijo: “Deberías tener un amante, Verito”.
“Soy el pecado que te dio
Nueva ilusión en el amor.
Soy lo prohibido.
Soy la aventura que llegó
Para ayudarte a continuar
En tu camino”.
Y pensé: ¿es un consejo o una invitación? ¡CONSEJO! ¡CONSEJO! Definitivamente, consejo. Sergio es un hombre tan recto, honesto y respetuoso, y además somos tan buenos amigos, que ni siquiera me atreví a creer que estuviera haciéndome alguna proposición indecorosa.
Jamás.
Y antes de que mi buen amigo pudiera explicar con más detalle, mi mente, creativa y alocada como es, en unos pocos segundos, me colocó inmediatamente en el supuesto papel de ser una amante.
Y ¿qué papel es ese? ¿Qué función tiene una amante? ¿Cuál es el objetivo (o la ganancia) de ser una? Y, más importante, ¿quisiera ser la amante de alguien?
No creas que, en el aspecto de los amores, soy tan inocente como predico. Sin embargo, sí lo soy en el de ser el “otro” amor de alguien, aunque un par de encuentros fortuitos no me hayan convertido en amante de nadie.
La única relación que para ese entonces había tenido con el término era la que había visto en las películas o en las telenovelas, y uno que otro video musical: que una amante es una mujer joven, atractiva y frívola; que siempre está bien arreglada, bien vestida y bien peinada, y que siempre está dispuesta a complacer, en el momento que así lo desee, en una dicotomía de libertad y clandestinidad, que no puede abandonarse tan fácilmente, a quien la eligió objeto de sus deseos.
“A que no le cuentas
A que no te animas, pase lo que pase
Que ya no soportas tener que dejarme
Porque soy tu amante”.
Conocer de a poco las cosas del mundo y aprender acerca de las relaciones humanas, tan complicadas, me dejó muy en claro que no es necesario ser joven ni estar bien dotado para ser amante. Cualquier persona con voluntad y ganas de fregar al prójimo puede ser amante, si así lo desea. Pero lo que sí sé es que una (o un) amante se involucra en una conexión más de tipo sexual que sentimental, aunque a veces éstos últimos, los sentimientos, terminen por dominar a los presuntos implicados.
No estoy diciendo que una relación como esta no sea seria. Si ambos cómplices tienen libertad conyugal fuera de la relación, cada quién su vida. Pero es por muchos sabido que compartir la intimidad física y/o emocional no significa, necesariamente, compartir las responsabilidades ni las metas propias de una relación bien firmada.
O tal vez sí… hay de todo en la viña del Señor…
“Es bonito reír, amar y vivir,
Todo por alguien.
Y, si es preciso, sufrir, llorar o morir
Por ese alguien.
Yo necesito saber
Si quieres ser mi amante…"
Pero no voy a hablar de las muchas ramificaciones que puede tener un caso que, finalmente, no puede generalizarse completamente. Sino de la única cota que me sirve para los propósitos de este escrito.
Y de esa única cota intencionada hay, incluso, una canción que así lo expone abiertamente; y en su video musical ochentero así lo vemos. O lo veíamos porque por más que lo busqué en la aplicación de videos más monopolizadora, no lo encontré.
Pero déjame describírtelo: él, un hombre, aparentemente cualquiera, pero que lleva un doble apelativo repetido, vive también una doble vida. En la primera, él estaba con una mujer tan simple, que ni siquiera estaba arreglada, pero que lo intentó, al llevar una cabeza llena de tubos rizadores, y que hacía lo que se espera que toda esposa que se precie, debería hacer: atender a su esposo y a sus hijos, preparar la comida, y encargarse de las labores de la casa. Su semblante era de fastidio y hasta de rechazo hacia el hombre que, aparentemente, buscaba un supuesto y muy flojo último intento de acercamiento con ella.
“Entre ella y tú
Hay tal diferencia:
Tú me das la vida.
Ella, mil problemas”, le cantaba él a la otra…
En la “casa chica”, que más bien era un elegante departamentazo, tipo pent-house, el hombre estaba con otra mujer, tan joven, hermosa y despreocupada, que hasta tuvo tiempo de hacerse un peinado al estilo de aquellos tiempos, con crepé y mucho aerosol; llevar puesta una bata blanca de chifón y plumas, y hacer lo que se cree que toda amante que se precie, querría hacer: esperar con champaña al fulano en cuestión, preparar una cena gourmet para dos, y encargarse de darle unos momentos inolvidables. Su semblante era de entusiasmo, y hasta de admiración hacia el hombre que, seguramente, buscaría una conexión menos platónica, y más física, con ella.
“Entre ella y tú
Hay un gran abismo:
Tú te entregas toda.
Ella, lo preciso”, continuaba el muy bribón…
Ahora bien. Según mis muy frívolas cavilaciones y mi tremendamente exiguo conocimiento en el tema, creo que las personas buscan un amante y por ende, faltar a la fidelidad con sus parejas (si las hay), pretendiendo crear una conexión profunda, intentando fomentar el desarrollo personal, y tratando de llenar de alegría las horas en una existencia otrora deslustrada, oscura, o completamente apagada.
Y heles ahí, escondiendo, pretendiendo y elucubrando de manera tal, con tal de llegar al éxtasis.
Claro que, regresando al consejo de mi amigo Sergio, a lo que él se refería era a que yo buscara algún pasatiempo (no necesariamente un hombre) que llenara mis amargas horas de solaz y distracción, y que me moviera a crear, como dije arriba, una conexión profunda, a fomentar el desarrollo personal y a llenar de alegría mis horas en una existencia que él vio como deslustrada, oscura, o completamente apagada.
Y heme aquí, escribiendo, pintando y esculpiendo de manera tal que casi me parece un éxtasis…
Por otro lado, y regresando a la canción en cuestión, o a cualquiera a la que le dedique palabras a algún amante, un tercero en discordia no puede poner condiciones. Está para acompañar, tal vez de manera más exitosa que los cónyuges, a aquellos cuyas vidas están tan apagadas en cuestiones de amor, como estuvo la mía en cuestiones de paz. Y tal vez, como dice otra canción:
“Atiende preferentemente a toda esa gente que te pide amor.
Pero el tiempo que te quede libre, si te es posible, dedícalo a mí”.
Y, sin embargo, conozco quienes, aun estando en el privilegiado/desafortunado lugar que trae el anonimato forzado, no sólo ponen condiciones, sino que las exigen. En este cuasirredondo pero muy estropeado planeta, sé que hay personas, cosas y hasta lugares que buscan ser plato de segunda mesa. Una alternativa bien dispuesta. El amante nada más. Y no se lo mandan a uno decir.
Quizá estas palabras tan rebuscadas no tengan sentido para ti. Déjame explicártelo con más claridad.
Supón que tienes un(a) amante que muchos conocen, pero que, por el papel que juega en tu vida, debe permanecer en la oscuridad. O por lo menos, en la penumbra. Si sí lo tienes, entonces va a ser más fácil que te imagines lo que te voy a contar.
Imagínate que te dice que ella (o él, según el caso) no tiene ningún problema si allá, en la casa conyugal, te lavan y te planchan la ropa, te hacen de comer y te sermonean, mientras acá llegues bien limpio, perfumado y dispuesto.
Imagínate que te dice que ella (o él, según el caso) no tiene ningún inconveniente si allá, en la casa conyugal, pasas más horas que en la otra casa. Que allá te den el techo que requieres, mientras te des tus vueltecitas acá.
Imagínate que te dice que ella (o él, según el caso) no tiene ningún interés en tu bienestar ni en ninguna enfermedad. Que allá te curen las heridas, porque ellos no piensan poner ni un peso ni una preocupación en tu bienestar, mientras acá te presentes lleno de energía.
Pero también imagínate que ella (o él, según el caso) de buenas a primeras comienza a exigir tu presencia en el día que se le antoje, la hora que le apetezca, el tiempo que le venga en gana. Imagínate que tú le dices que eso no puede ser pues, justo en el momento en el que tu amante reclama tu presencia, tú estás en la casa donde te están haciendo de comer, donde quieres pasar “tiempo de calidad” con tus hijos; donde están cuidando tus males. La casa donde tu amante te pidió que estuvieras la mayor parte del tiempo, para que no le enchincharas… así como te lo exigió.
“Hoy, como mañana como siempre
Y de Enero a Diciembre,
Una cama blanca como la nieve
Será nuestro refugio de seis a nueve…
De seis a nueve…”
¡Y nada más! En eso habíamos quedado, ¿no? Y ahora, imagínate que ella (o él, según el caso) te exige que, si no cumples con lo que te pide, lo tuyo con ella, tan vaporosa, tan hermosa y tan dominante, puedes darlo por terminado. Prácticamente, una amante que quiere seguir siendo amante, pero con los privilegios que tiene una esposa. Por decirlo de alguna manera.
Déjame darte otro ejemplo, para que veas como esta situación aplica para casi todo. Vuelve a imaginar que tu centro de trabajo te exige que busques tener otro trabajo en donde labores más horas, para que puedas asegurarte ahí, y que ellos se liberen de la monserga de pagar la única prestación que te dan. Es decir, ellos han adoptado, tal vez sin querer, tal vez queriendo, el papel de amante. Luego, te solicitan, con toda imposición de su parte, como una amante intransigente, que allá tengas el grueso de horas, el grueso de salario y el grueso (finalmente) de interés. Pero, de pronto, también empiezan a exigir tu presencia en los días y las horas que a ellos se les antoje, so pena de “dejarte ir”. Es decir, no esperes recontratación… “Todo esto es por tu bien. De nada."
“Y es que tú, amada amante,
Das la vida en un instante
Sin pedir ningún favor”.
Ciertamente, no me están pidiendo ningún favor. Pero tampoco me están haciendo ninguno. ¿Por qué deberían? Muy por el contrario, me están exigiendo, y de paso, también amenazando, como una amante ardida que tiene, definitivamente, la sartén por el mango, y que se burla de la necesidad de amor (o dinero o trabajo) del otro. Una amante que, primero, da la libertad para no tener que inmiscuirse en arreglos complicados que no le competen, pero que luego se retracta para pedir amor o atención cuando a ella se le antoje. Pero no entiende que, a veces, por petición de ella misma, su amante tiene qué negarle su presencia, porque la “esposa” también la exige.
Además, tener dos casas (si sabes de lo que te hablo) NO es como tener dos trabajos. Pero irremediablemente ocurrirá que el que a dos amos sirve, con uno siempre queda mal. Frase bíblica que se refiere a la disyuntiva de amar a Dios y al dinero a la vez, pero que aquí puede llegar a aplicarse casi perfectamente, cuando al cónyuge y al amante se les ama (casi) por igual.
Ahora veo que el objetivo de ser la amante de alguien, es no hacerse completamente cargo del objeto de los deseos, pero esperar que nos atienda de la manera, en el tiempo y en la forma que exijamos. Aunque, para muchos, los amantes, ya sean personas o pasatiempos, sean casi necesarios.
“Tú, insaciable amante tú,
Te crees más que nadie tú.
Y no eres lo único en el mundo.
Ya me cansé de callar”.
Ciertamente hay de amantes a amantes, pero ¿Se puede terminar con un affaire de la magnitud y trascendencia que seguramente tendrá cada aventura, cualquiera que sea su naturaleza? ¿Se puede continuar viviendo en el terrible conflicto de querer ser libres, pero al mismo tiempo estar dichosamente engrilletados por el deber? ¿Se puede inclinar la balanza de la predilección a un lado más que a otro sin disimulos o remordimientos? ¿Se puede ir libremente de un lado a otro sin que nos vaya en ello la seguridad, la paz, el salario o la vida como la conocemos?
Habrá que comprobar…
Sin encuentros fortuitos que lamentar,
Miss V.



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