ES NATURALEZA HUMANA
- yesmissv
- Jun 25, 2019
- 4 min read

Mi humana naturaleza y mi testaruda constancia, que no únicamente mi domesticación, me han moldeado de tal manera que hoy soy esta persona que todos ven; muchos conocen; algunos quieren; otros tantos, respetan; y otro buen número, no tolera.
Pero, eso está bien. Porque, aunque muchas veces los afectos se dan de manera natural, también es naturaleza humana buscar hacer coincidir los afectos con algunos, y no con otros. Yo misma también encuentro placer en la sociedad de algunos, y desafecto en la de otros. Algunas veces sin querer. Otras, queriendo.
Sin embargo, los amaestramientos de la vida me han llevado a aprender que no necesariamente debemos manifestar nuestro abierto encono contra todos aquellos cuyos afectos no coinciden con los nuestros. Y que no coincidan, también es naturaleza humana.
Aquí me doy cuenta, con algo de disgusto personal, que las nutridas pero calladas vivencias en el camino me dicen que lo que más me empeño en juzgar, en sobajar, o en apuntar con el dedo, es de lo mismo que adolezco. Y los afectos o desafectos que reflejan los que están a mi alrededor, lo hacen de manera tan clara, que no sólo lo veo. También lo siento.
O sea, lo que me choca, me checa…
Pero no solo a mí. A todos.
Es naturaleza humana.
Hace algunos años, trabajé por mucho tiempo en el que fue mi primer y más duradero empleo. Allí no hay orden religiosa (pero como si la hubiera habido), solo "inspiración Cristiana": con sus maneras tan latentes de juzgar las imperfecciones y las diferencias; de ver, no pajas, sino vigas en los ojos de los demás. No en los propios.
Si lo sabré yo.
Cuando enviudé, lejos de recibir apoyo para la educación mis hijos, se me fue negada toda ayuda. La razón, más bien vengativa, se redujo a un “Vero me ignoró. Me volteó la cara”. Ese fue un mensaje tan lleno de arrogancia que, hasta el sol de hoy, todavía quisiera saber, no quién era (porque eso lo sé a la perfección), sino quién le habría hecho tanto daño, que ni siquiera la experiencia que le daba la edad, le ablandó el corazón.
Con eso en mente, sé perfectamente que tampoco estoy exenta de que, con mi experiencia, pueda perder el piso, la prudencia, la empatía.
Sin embargo, esa ofensa es parte del pasado. La perdono. Perdono a la persona que con tanto aborrecimiento se dijo a sí misma lo mucho que odia ciertos escenarios de su vida, que alguien que la ignoró la hirió profundamente, y que algo de mí, o de nuestros coincidentes episodios lastimaron una herida que seguramente, tenía abierta y a flor de piel en ese momento de su historia.
Y, que no fui yo, sino lo que mis acciones representaron para ella en ese momento lo que la hicieron actuar sin sabiduría, y con miedo, resultado de la falta de humildad.
Después de esa enriquecedora experiencia, cuando yo trabajaba en un colegio de una orden religiosa (que no era una Sociedad, sino una Hermandad), recibí el odio de alguien sin la habilidad de juzgar en silencio todavía, supongo que por su edad.
Si lo sabré yo.
Esta triste criatura creó un perfil falso (además de incluir un apellido mal escrito) en cierta red social, para mandarme un mensaje tan lleno de odio que, hasta el sol de hoy, todavía quisiera saber, no quién era (porque no tiene ya caso saberlo), sino quién le habría hecho tanto daño a su tierna edad.
Con eso en mente, sé perfectamente que tampoco estoy exenta de que, a mi edad, puedo perder los estribos, la cordura, la compostura.
Sin embargo, esa ofensa es parte del pasado. La perdono. Perdono a la persona que con tanto resentimiento se dijo a sí misma lo mucho que odia ciertas circunstancias de su vida, que alguien no supo demostrarle afecto como ella lo necesitaba, y que algo de mí, o de nuestros coincidentes episodios le lastimaron una herida que seguramente, tenía abierta y a flor de piel en ese momento de su historia.
Y, que no fui yo, sino lo que mis acciones representaron para ella en ese momento lo que la hicieron actuar sin prudencia, y con miedo, resultado de la falta de amor.
Hoy, trabajo en una universidad sin orden religiosa (pero con las más hermosas y variadas ideologías posibles), en la que alguien decidió no dirigirme la palabra, contra un (mi) error cometido, con el engreimiento que sólo trae pretender ser toda corrección, madurez y ejemplo de trabajo en la oficina.
Si lo sabré yo.
No sé si lo sepa él, pero, aunque no lo crea, equivocarse es naturaleza humana. Este mensaje que me manda es un mensaje tan lleno de egolatría, que hasta el sol de hoy, todavía quisiera saber, no quién es (porque lo sé, ya que todos los días sufro el filo de su indiferencia), sino quién, en la eficiencia de su camino, le habría hecho tanto daño equivocándose en su presencia.
Con eso en mente, sé perfectamente que tampoco estoy exenta de que, con mi probada eficacia, puedo juzgar injustamente, apuntar con el dedo arbitrariamente, ver la viga en el ojo ajeno, impunemente.
Sin embargo, esa ofensa (aunque presente) quiero que sea parte del pasado. La perdono. Perdono a la persona que con tanto resentimiento se dijo a sí misma lo mucho que odia ciertas circunstancias de su vida, que seguramente cometió un garrafal error que le costó varias humillaciones y golpes de pecho, y que algo de mí, o de nuestros coincidentes episodios le lastimaron una herida que seguramente, tenía abierta y a flor de piel en ese momento de su historia.
Y, que no fui yo, sino lo que mis acciones representaron para él en ese momento lo que la hicieron actuar sin madurez, y con miedo, resultado de una fragilidad disfrazada.
A pesar de todo, todo eso está bien. Porque aunque los afectos se den de manera natural, y que sea naturaleza humana buscar hacer coincidir los afectos con algunos, y no con otros, los amaestramientos de la vida me han llevado a aprender que no necesariamente debemos manifestar nuestro abierto encono contra todos aquellos cuyos afectos no coinciden con los nuestros.
Que no coincidan, es naturaleza humana. Que se toleren, debe ser decisión por humanidad...
Con esperanza, y aún en el camino del aprendizaje,
Miss V.
留言