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ES LÓGICO...

Writer's picture: yesmissvyesmissv

Hace como unos ocho meses, una amiga mía, tan joven que perfectamente podría ser mi hija mayor, y su igualmente juvenil esposo, tuvieron una bebé. Esta bebé fue la primera para ellos, y como la tercera y cuarta para sus familias, respectivamente. Esa niña que salía toda hinchada y roja en sus fotos de recién nacida, después de deshincharse y desenrojecerse, resultó ser una niña lindísima, amén de haber sido una nena muy bien planeada, deseada y esperada.


Mi amiguita, a la que en este escrito llamaré Libertad, tenía el deseo de ser, como muchas mamás primerizas de casi cualquier generación, la mejor guía que pudiera ser para la delicada florecilla que es su chiquilla. Ella, Libertad, empezó a preparar, desde el feliz momento que supo que estaba embarazada, y cuando aún no tenía ni idea de cuál era el sexo del bebé, todo un plan pedagógico y formativo para el futuro heredero, o la futura heredera.


Libertad es maestra, y su esposo, al que aquí llamaré Honor, es abogado. Los dos son personas educadas en todo en lo que puede estar educada una persona. Los dos son un ejemplo de cómo hablar, cómo actuar, y hasta de cómo vivir, por lo que era de esperarse que el bautizo, el nacimiento, el nombre y hasta la concepción de la pequeñita, fueran parte de un magnífico, y muy bien esquematizado, plan de vida. Todo era perfecto, y así tenía que continuar.


Según me contó una amiga común, una contadora a la que aquí llamaré Piedad, Libertad incluso había hecho una lista de todo a lo que iba a inscribir a su inocente criatura, desde el emocionante momento en el que mal cumpliera los cuarenta días de nacida, hasta el orgulloso momento en que comenzara una carrera en cualquier prestigiosa universidad. Mientras más exclusivos esos ejercicios, mejor: estimulación temprana y apreciación musical temprana, inglés para bebés, natación para bebés, lectura precoz, ballet, entre otras.


Nada nuevo para Piedad quien, en su momento, había hecho casi exactamente lo mismo, y un poco más, que Libertad.


¿Esto es malo?

No creo que necesariamente lo sea.

Depende del cristal con que se mire.

Es lógico...


Estoy casi segura de que, si hubiéramos podido, muchos de nosotros, sobre todo aquellos que le damos un gran valor tanto a la educación académica/formal como a la valoral/informal, si se me permite llamarle así, habríamos hecho lo mismo con nuestros hijos: o sea, meterlos a clases de todo, sin reparar en gastos. Pero, a falta de poder, y muchos gastos en los qué reparar, y viéndolo con el cristal de la resignación, nos tuvimos que conformar con elegir a qué clases que, además, fueran del interés de nuestros bellos herederos y herederas, podíamos inscribirlos.


¡Qué maravilloso privilegio ser capaces de dar a nuestros hijos, sobre todo aquellos que fueron tan deseados como son amados, todo lo que necesitan en los campos de lo material, lo educativo y lo afectivo!


Pero, ay de nosotros. A veces no se puede. Es lógico...


Por ahí de esa misma época, una muchacha que conozco, todavía más joven que Libertad, y la que creo que perfectamente podría ser mi hija menor, y el chiquillo que también era su esposo, también tuvo una bebé. Esta bebé fue la cuarta para ellos, y como la séptima y la décima primera para sus familias, respectivamente. Su esposo decía que estaban (aunque no se veían realmente) muy contentos de haberla tenido. La nena, que se veía muy hinchada y muy roja, después de deshincharse y desenrojecerse resultó ser una niña lindísima, pero muy baja de peso y, a diferencia de la hija de Libertad, no había sido ni planeada, ni deseada, ni esperada.


Esta muchacha, a la que en este escrito llamaré Cándida, ni siquiera quería ser mamá, y menos por cuarta vez, antes de cumplir los veintiuno. No puede darle nada a la delicada florecilla que es su chiquilla, pues hay otros tres de menos de cinco. Ella, Cándida, empezó a experimentar, desde el drástico momento que supo que estaba embarazada de la pequeñita, y cuando no tenía ni idea con qué la iba a alimentar, toda una serie de brutales ataques verbales, por parte de quien te imagines, por dejarse embarazar por cuarta vez.


Cándida es a veces sirvienta, a veces empleada de alguna tienda, a veces receptora de la caridad de otros; y su esposo, al que aquí llamaré Adusto, es a veces cortador, a veces chalán en un taller, a veces pepenador. Ninguno de los dos empezó siquiera la secundaria, ni tampoco recibieron instrucción en lo doméstico, ni en lo emocional, mucho menos en lo académico. Los dos son un ejemplo de cómo no hablar, cómo no actuar, y hasta de cómo no vivir, pero eso era de esperarse, porque, hasta el sol de hoy, no sólo Almita, sino ninguno de sus tres hermanillos mayores, están siquiera registrados, producto de vivir una vida sin esquemas ni esperanzas.


Libertad y Cándida, por cierto, no se conocen.

Pero ambas saben de la existencia general de la otra, y acomodan a la otra bajo los títulos de "las riquillas y las pobretonas". "Las de Los Jardines y las del arrabal". "Las de arriba y las de abajo".


Libertad es dueña de su casa, ama y señora de cada habitación, en donde el color de las paredes armoniza con el de las alfombras. Tiene un gusto exquisito, la realidad alterada, y una inclinación por las cosas caras.


Pero, ¿quién no?


Cándida no conoce ni al dueño del cuarto donde viven, en donde el agua y la luz escasean tanto como las oportunidades. Tiene pésimo gusto, la percepción obstruida, y una inclinación por acumular cosas usadas.


Pero, ¿cuántos no?


Libertad no puede con la situación de personas como Cándida. Y ya no sabe qué más pedradas aventarle a las de su clase, a ver si medio agarran la onda...

Ni siquiera Cándida puede con su propia situación. Y no sabe qué hacer para agarrar la onda. No porque no quiera, sino porque no sabe cómo.


Un día, seguramente orgullosa de su situación, y quizá muy segura de estar haciendo bien las cosas, y tal vez también fastidiada de que la gente no viva la vida como ella sabe hacerlo, en una mini diatriba en la red social de los 'laiks', y sabiendo perfectamente bien a quién tenía en mente, Libertad destrozó a todas aquellas mujeres que se la pasaban trayendo hijos al mundo, para darles únicamente una vida de interminable carestía. Que era obvio (para ella) que deberían hacer uso de un método anticonceptivo, y que era lógico que debían educarse.


“Estoy harta de las personas que romantizan que tener hijos, incluso antes de los veinte, es una Bendición. Sí, qué lindo. Pero sin que haya estabilidad económica, sin que haya estabilidad emocional, sin un plan de vida, sin trabajo para mantenerlos o sin tiempo para educarlos en valores, simplemente no es correcto. Hay cosas que se llaman preservativos o anticonceptivos. ¡Úsenlos! ¿No es lógico? ¡Edúquense! El mundo ya está demasiado mal. ¿Qué no ven...???”


Libertad hablaba y acusaba sin tapujos desde la comodidad que trae la vida sin sobresaltos, resultado de una vida privilegiada en casi todos los aspectos. No tanto en el de la empatía, aparentemente.


Un montón de “me gusta” recibió Libertad en su estado, entre otros tantos comentarios que le aplaudían la valentía con la que había escrito semejante verdad. Libertad estaba encantada. Se había prepuesto hacerse escuchar y, por lo menos con sus amigos y algunos allegados, lo había logrado.


Piedad lloró de emoción al ver que, una de sus mejores amigas, tenía ese sentimiento de rectitud a flor de piel. No esperaba menos de una persona como Libertad. Ahora la quería más que antes…


Cándida no tiene ni feis, ni teléfono, ni luz en su "casa", así que ni se dio por aludida; pero ni falta que hace, porque aunque no sabe leer bien, Cándida no lo necesita cuando escucha estas acusaciones casi a diario. Y, también casi a diario, se siente culpable por la incomodidad que causa en otros su vida tan llena de carencias, resultado de una historia sin oportunidades y una existencia desbordada en escasez, en una zona tan marginada de la ciudad, como olvidada de todos.


No son sólo las privaciones económicas lo que afecta a Cándida, Adusto y a sus cuatro hijitos. Es, también, y creo que más todavía, las carencias emocionales.


¿No es lógico? ¿Qué no ven...?


Sí. Sí es lógico. Pero no. No lo ven. Si lo vieran, no estarían en esa situación, para empezar. No lo ven, no porque no quieran verlo, sino porque no pueden verlo, o no saben cómo verlo.


Ni siquiera saben cómo van a sobrevivir el día. Cómo pueden saber que los preservativos, o la abstinencia (sin que les hayan tatuado en el alma que los primeros son pecado) son la mejor solución para muchos de sus problemas sociales y existenciales.


Nadie les enseñó, nadie les dijo cómo, porque viven en el círculo vicioso de las malas elecciones, de la falta de beneficios, del exceso de privaciones. Y sus elecciones, sus desventajas, y sus penurias, aunadas a su falta de compromiso y de visión están envueltas en el perpetuo dialelo de la apatía, la extrema necesidad, y la falta de educación emocional.


Aquí se aprende a sobrevivir.


En un mundo descolorido y mortecino donde la calma es transitoria y la alegría es limitada, no hay una verdadera conciencia de la existencia. Del aquí y el ahora. Quién sabe qué día y qué hora es. Aquí se vive por vivir. Son solamente los placeres pasajeros, como el sexo sin protección y sin visión, o los vicios persistentes, como el alcohol sin consternación, los que ayudan a mitigar por 20 minutos (o menos) el dolor que trae el estancamiento económico, emocional y moral en el que se hayan, pero cuyos resultados duran, más veces de lo que quisiéramos, toda la vida.

Y se dejan ir. Sin auto-control. Sin siquiera reparar en las consecuencias de sus mal planeadas, mal pensadas, y mal ejecutadas acciones, como dije antes, resultado de la falta de educación…


Hacen lo que hacen para experimentar felicidad, aunque sea momentánea.

Hacen lo que hacen para olvidarlo todo, aunque sea pasajero.

Hacen lo que hacen para dejar de sentir, aunque sea temporal.


No lo tomes a mal, por favor.

No estoy del lado de Cándida. No la justifico.

Tampoco estoy en contra de Libertad. No la acuso. Ni derecho que tuviera…

Ninguna tiene la culpa de haber nacido en la vida en la que nacieron.

Pero la obstrucción emocional no es exclusiva del sector poblacional donde abundamos los pobres.


Y no. No se trata de hacer lo que es lógico, porque donde hay hambre y falta de oportunidades, la lógica no tiene cabida.


Como dije, Piedad es amiga de Libertad, y aunque su situación económica sobrepasa en privilegios a la de Libertad, a Piedad, contadora por título, mas no de ejercicio, no le hace falta trabajar. Su esposo, al que aquí llamaré Rigor, aunque mediocre como esposo, pero maravilloso como proveedor, es también un implacable abogado. Piedad es heredera de contadores, y su casa, y según sé, su cuenta bancaria, mide el doble de lo que mide la de Libertad. Pero, emocionalmente, Piedad y Cándida se parecen más de lo que aristocráticamente se parecen Piedad y Libertad.


Libertad es una guerrera social de escritorio. Una acusadora humanitaria de redes sociales que limita sus sermones al ojo “público” de quien esté de acuerdo con ella. Una luchadora que da lecciones de vida a la gente que no quiere recibir lecciones, moviendo, sobre un teclado, todos los dedos.


Piedad no. Ella es una bandera que llora con el dolor ajeno y que ondea a conveniencia. Una defensora compasiva que limita su tristeza y sus quejas sociales a su círculo de amistades. Una sentimental que llora con videos de gente en necesidad. Una mujer que vive por vivir. Pero que no mueve un dedo.


Cándida menos. La pobre es una infortunada que ha pasado de ser alguien con nombre y apellido, a convertirse en la generalidad de las críticas de otros. Alguien quiso un día darle trabajo, pero ella es una ingenua que cree que es menester de todos los que pueden, menos de ella, ayudarla a salir del decadente atolladero social que es su vida, sin que ella mueva un dedo.


Dónde hay más pobreza en este trío de pobres mujeres, sólo el que es la Vida lo sabe. Puede que sea lógico, aunque todo depende del cristal con el que se mire.


¿Quién de estas tres, Libertad, Piedad o Cándida, me refleja de tal manera, que fui capaz de escribir tanto? ¿y quién de estas tres está haciendo nido, y adueñándose del sentimentalismo de mi corazón…?


Tal vez soy una triste y tibia mezcla de las tres. O ninguna.


Yo también vivo mi propio hartazgo. Estoy harta de las personas que romantizamos que tener hijos, trabajar, o vivir, debe hacerse bajo los términos de lo que es lógico para cada individuo, sin reconocer los vaivenes, las transformaciones y las inconsistencias de la vida; que nosotros y nuestros hijos tenemos la vida comprada; que origen ES destino.

Los hijos, para quienes los tenemos son casi siempre una Bendición. Sí, qué lindo. Pero nada garantiza que, a pesar del plan de vida que hayamos fraguado desde antes de que nacieran, aún con estabilidad emocional, con un trabajo estable, con tiempo para educarlos en valores, vivir sea un éxito.


Hay cosas que se llaman empatía y sentido común. ¡Úsenlos! ¿No es lógico? El mundo ya está demasiado mal. ¿Qué no ven...???”


Es lógico.

Miss V.

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