EL CAMBIO ME DA MIEDO
- yesmissv
- May 22, 2019
- 3 min read
Últimamente (estos dos años, por lo menos), los capítulos en mi historia han cambiado con tanta prisa que ni oportunidad he tenido de adaptarme a cada uno. Además, vienen tan seguidito y con tan poca vergüenza uno tras otro, que no me han dado tiempo de hacer cosas que quiero hacer, con la libertad de la subversión, o las que pretendo descubrir, sin el deber de la obediencia. Luego, cuando creía que por fin estaba entendiendo lo que estaba pasando, nada: otro cambio, más mal encarado que el anterior, me enseñaba el dedo más largo y grosero de su mano.
Me enorgullezco de mi apertura y mi adaptabilidad a los cambios. Lo vivido me ha enseñado, de a poco, a hacerlo. Pero a veces, trago gordo. Porque, con toda honestidad, los cambios, mientras más pequeños, más miedo me dan, porque más de golpe se cuelgan de mi fuerza de voluntad, de mi capacidad de discernimiento, y de mi infrecuente depresión. Ciertamente, los cambios son inevitables, continuos, y numerosas veces, inesperados. Pero cambio es cambio, y a mí me sigue asustando.
Ahora bien. Una mujer tiene qué hacer lo que una mujer tiene qué hacer. O sea, que la vida me hostigue con los cambios más desvergonzados, no significa que no vaya yo a coger al toro por los cuernos. Lo hago. Sí. Pero muerta de pánico.
Cuando finalmente disminuye el poder que tiene el miedo sobre mí, es por una de tres razones: porque no había razón para sentirlo; porque me acostumbré tanto a su presencia, que el día que no lo siento, siento que lo extraño; o porque, verdaderamente, soy un ente que vibra en positivo con sus muchas metamorfosis. Sin embargo, estimados, a pesar de los muchos miedos que he tenido, también he tenido que ser fuerte y atreverme a hacer “lo que toca”.
¿O acaso, es el miedo lo que me da la fuerza?
Casi terminar una carrera que refuerza mi amor por mi profesión, y luego, querer tener una carrera distinta a la que he amado por tanto tiempo. Estar harta de los melodramas que yo no pedí padecer en la vida, y después, amar cada segundo de la vida que el gran Hacedor me encomendó tan confiadamente. Querer permanecer en la Sociedad que amo, y luego querer abandonar esa Sociedad, con sentimientos absolutamente opuestos. Vivir a la sombra y protección de quienes me han amado desde antes de nacer, y luego, buscar la libertad que me dan mis propias alas, auto-inmovilizadas por tanto tiempo.
Después de esta interminable procesión de inesperados sobresaltos, me doy cuenta de que, desde niña, siempre pensé que el miedo significaba peligro, y que había que evitarlo como fuera. Y así es, de alguna manera, para aquellos que preferimos la comodidad de un rincón inalterable, más que el miedo que causa la imprevisibilidad de una ventura, y que por imprevisible, nos puede sacar de nuestra zona de comodidad.
Hoy, sin embargo, tengo ganas de cambiar. Aunque esté paralizada de horror. Esta nueva ansiedad tan diferente a mis ansiedades del pasado, me asusta. Mucho. Y, pese al agolpamiento de sentimientos en mi pecho, advierto que esta ansiedad, con mucha urgencia me jala de las manos hacia adelante, y me obliga a dar pasos demasiado grandes para mis cortas piernas. Esta intranquilidad me mueve a hacer lo que, desde hace mucho tiempo, fantaseo con alcanzar, pero que no me atrevo. Por parálisis anímica. Por miedo vulgar.
Desde mi inestable tranquilidad, este es, creo yo, un momento crucial en mi biografía. Las ganas de salir de mi rincón, me hormiguean; y los deseos de re-conocer mi propio paso, me gritan que ya es hora de quitarme el grillete que yo misma fragüé, tal vez con la esperanza de tener algún pretexto para no moverme, y anquilosarme con la comodidad que sólo trae la falsa serenidad.
Todavía no empieza el clímax de mi historia, y ya la tensión va en aumento, mi banda sonora personal aumenta su cadencia, y mi perspectiva de la siguiente escena, aunque incierta y pavorosa, me arrebata más sonrisas que nunca. Estoy segura de que algo extraordinario, aunque desconocido tanto como hermoso, se está construyendo para mí en la distancia. Por ahora, como en cada momento, encomiendo mis decisiones al que es la Vida, me hago una con el Universo, y por si las dudas, también cruzo los dedos. Las victorias me esperan a la vuelta de la esquina.
Con temor,
Miss V.
コメント