DE VIBRAR BAJO, PARA VIBRAR ALTO
- yesmissv
- May 27, 2020
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Que todos estemos cósmicamente conectados, y que seamos parte de un plan universal, no son noticias frescas, pero no todos lo entendemos. Porque no sabemos, porque no podemos, porque no creemos, o porque no queremos. O porque no nos toca, todavía.
El plan universal, sin embargo, está ahí. Siempre fiel, siempre duradero: aparentemente ajeno, pero no indiferente a las energías/vibraciones que emanan de la pasión de cada plan personal.
El plan universal es inamovible, y fiel al objetivo de ser cumplido.
Cada plan personal, como todo proyecto particular por su parte, también está ahí. A veces fiel, a veces duradero: compuesto de nuestros deseos por buscar un equilibrio presente, para llegar a una estabilidad futura, casi siempre con base en la volubilidad del pasado. El plan personal es volátil, y se adapta al caprichoso cambio de nuestros también volátiles deseos.
Creo (y claro que, ésto lo creo yo de forma personal, nada más) que las adversas vivencias de hoy, cualquiera que sea su naturaleza, son el efecto de nuestro añoso y cementado letargo colectivo. O de una indolora comodidad,en la que prevalece, muchas veces, la ley del menor esfuerzo. O un estancamiento espiritual en el que decidimos resolver todo, y dando lecciones a todos, confiando en nuestro estatus personal de ser "como dioses": todopoderosos en el actuar, supremos en el hablar, y hasta inmisericordes en el perdonar, y no abandonarnos al Ser Padre/Madre de Conciencia Superior y Única.
Es, tal vez, naturaleza humana, dejarme arrastrar, de vez en cuando, por ciertos lapsus de fastidio y desinterés, llenos de pesados estorbos emocionales, que no puedo quitar de mi camino, aunados a un nocivo sentimiento de superioridad. Por fortuna, esos estorbos podrían sólo ser temporales.
Es, tal vez, naturaleza humana, dejarme enganchar, por un largo tiempo, por ciertos deslices de fastidio y desinterés, llenos de cómodos estorbos emocionales, que no quiero quitar de mi camino, aunados a un perverso sentimiento de auto-importancia. Por desgracia, esos estorbos podrían ser indefinidos.
Me ha pasado así. Y seguramente me seguirá pasando, hasta que llegue una nueva metamorfosis de la consciencia.
Pero alguien con una visión holística y cósmica, tan propia del Ser Superior, Motor de la Vida, la Eterna Consciencia, la Fuerza Interior, o como a ti te guste llamarle, nos está sacudiendo para sacarnos de nuestro sopor, a veces tan individualista y mezquino. Hoy, justamente: cuando los momentos en los que las vibraciones de un planeta entero está lleno de planes personales, individualistas y mezquinos, y de personas que, indolentemente, vibran con más gravedad que nunca...
Pero, claro. Ésto lo creo yo de forma personal, nada más.
Aun así, no todo lo que ocurre en nuestras vidas, en nuestras familias, o en el planeta mismo, es el resultado de un plan personal. Hasta donde yo sé, ninguno queremos enfermarnos de nada, por ejemplo.
Lo vivido en comunidad, tampoco es la suma de muchos planes personales individuales. No es una expiación comunal, ni un castigo Divino. Porque, hasta donde yo sé, nadie queríamos una pandemia, por mencionar algo.
Pero lo que ocurre en nuestro escenario sí es el resultado de un actuar egoísta, traído por un palpitar débil; de la suma de las emociones más desfallecidas, resultado seguramente del entorno y del contexto de hoy, en el que nuestro andar se ha vuelto más pesado, y nuestro latir más grave... Y todo se vuelve un círculo vicioso, lleno de sensibilidades que se corrompen, fraternidades que se desintegran, ideales que se congelan.
Ésto debe, forzosamente, movernos a abrir los ojos. Es una alarma para despertar del sopor de ese añoso y cementado letargo colectivo, o de esa indolora comodidad, o de el estancamiento espiritual. No necesariamente comunal. No necesariamente individual. Cada quien protagoniza su historia según sus accidentes espirituales, mentales, físicos. Y según sus credos, sus ideología, sus desarrollos, sus deseos, y/o sus domesticaciones.
Nuestra frágil humanidad nos obliga a situarnos, casi siempre empujados por situaciones exteriores y completamente ajenas a nuestros caprichos, y casi siempre muy incómodamente, en una montaña rusa de emociones que nos llevan por la vida aprendiendo a ver, a veces el cuerpo, a veces el alma; aprendiendo a vivir, a veces egoístas, a veces desprendidos; aprendiendo a vibrar, a veces bajo, a veces alto.
Nuestra frágil humanidad nos obliga a entender, casi siempre con alguno que otro descalabro, y muy a regañadientes, que no todas las personas que habitamos este espacio vibramos bajo perpetuamente.
Ni tenemos qué hacerlo.
Además de las eventualidades contextuales, también los castigos mentales auto-infringidos, y los auto-sabotajes emocionales, nos empujan a vibrar bajo. Pero para mí, dejarme caer fue, por mucho tiempo, mucho más fácil que hacer el esfuerzo de querer levantarme. Y mucho menos de buscar la ayuda de alguien que nos ayude a levantarnos.
(Esa ayuda, por cierto, no es sólo para los locos…)
Por el contrario, hay personas (y esas personas podemos ser, en turno, nosotros mismos) cuyas vibraciones son altas, siempre que los vemos. O, por una bella coincidencia, ellas vibran alto, cuando nosotros no. Y llegan a nuestras vidas en el momento exacto. Y entonces, se vuelven atrayentes imanes, alentadoras catapultas, tibias farolas encendidas. Nos vamos de ellos, pero finalmente regresamos a ellos, en mente o en cuerpo, porque son un remanso, con esa capacidad tan suya de atraer, de alentar, de alumbrar.
Sus alegrías seducen a nuestras penas, y las vuelven dichas; vuelcan nuestro desinterés, y lo convierten en afecto.
Sus vibraciones sacuden a nuestra inmovilidad, y la vuelven ardor; voltean nuestra inestabilidad, y la convierten en coherencia.
Un perfecto ser humano, tan impferfecto que no le da miedo mostrarse a veces vulnerable, a veces fuerte; pedir ayuda tanto como brindarla; o situarse de manera frágil en el camino de la búsqueda de su propia identidad, y de sus mejores vibraciones.
A fuerza de prueba y error.
¿Tal vez, algún día fueron desconocidas para nosotros, pero se convirtieron, de a poco, en una de nuestras personas más queridas?
¿Tal vez, en algún momento fueron familia, pero se volvieron, de a poco, amigos entrañables?
¿Tal vez, en alguna circunstancia entraron a nuestras vidas, despacito y sin forzar, y hoy nos negamos a dejarlos ir?
Pero acaso, por los altibajos de la vida, los cambios inesperados, o los crecimientos trabajados, ¿tal vez también yo he sido portadora y comunicadora de altas vibraciones en algún momento, sin darme cuenta?
Claro que, ésto lo cuento yo de forma personal, nada más. Es una vivencia mía. No soy una aconsejadora. Soy una relatadora de experiencias personales, al mismo tiempo atormentada y revitalizada por las adversas vivencias de hoy, cualquiera que sea su naturaleza.
Tal vez, alguien con una visión holística y cósmica, tan propia del Ser Superior, Motor de la Vida, la Eterna Consciencia, la Fuerza Interior, o como sea que le llame, me está sacudiendo para sacarme de mi sopor, a veces tan individualista y mezquino. Hoy, justamente: cuando los momentos en los que las vibraciones de un planeta entero está lleno de planes personales, individualistas y mezquinos, y de personas que, como yo, indolentemente, a veces, vibran con más gravedad que nunca...
No es fácil vibrar alto, pero, en la conciencia de saber que todos estamos cósmicamente conectados, y que somos parte de un plan universal, entonces voy a comenzar.
Con expectación,
Miss V.
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