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Como muchos de mis más allegados saben, tu servidora, modestia aparte, es una persona que se jacta de ser una mujer con una imaginación muy activa. A mí me gusta llamarle creatividad, pero, a fin de cuentas, viene siendo casi lo mismo. El chiste es que a cada rato se me están ocurriendo muchas cosas. Unas malas, otras peores; supongo que muchas otras, buenas.
Como autodenominada creativa, estas cosas van desde lo meramente platónico o lo exclusivamente perverso, hasta lo concisamente práctico. En los momentos menos esperados, mis delirantes pensamientos se dejan ir sin ningún freno, e imagino cosas como cómo le contestaría a alguien en una situación de conflicto, para tener yo la última palabra, por supuesto; o qué material puede ser el más adecuado para las muchas aventuras artístico-manuales que tengo bien planeadas, o ya comenzadas, pero no todas concluidas. O simplemente, cómo puedo darle un toque de modernidad a esa vieja receta que he preparado de la misma manera por tantos años.
Ciertamente, algunas personas creativas pueden ser curiosas, originales, o comunicativas. Otras tantas serán arriesgadas, inusuales, o flexibles. Tal vez otras serán incluyentes, constantes, o solucionadoras. Sin embargo, todas las personas creativas tenemos un poco, o un mucho, de todo lo anterior. También estoy completamente segura de que todas las personas cuya inventiva es parte de nuestra fibra creativa, compartimos la profundidad emocional que nos trae el paracosmos de nuestra imaginación.
Con tantas bondades, aunque estos rasgos pueden mezclarse para crear semblantes de grados varios de persona a persona, y no todas las personas creativas los exhibiremos todos a la vez y/o en conjunto, todas estas características suelen definir a aquellos quienes generamos constantemente nuevas ideas, tratamos de idear soluciones a ciertos conflictos, pretendemos enmendar algunos errores, o buscamos sortear uno que otro obstáculo.
Ahora bien. No creas que la creatividad únicamente tiene que ver con el ingenio que cualquiera puede tener para solucionar algún inconveniente. Yo, por ejemplo, como seguramente tantos otros y tantas otras, a veces me pierdo en mi propio espacio fantástico especulando sobre los varios deliciosos escenarios (y sus posibles orígenes y/o efectos) que son las vidas ajenas. Como por ejemplo cuando me pregunto si mi vecina, la que vive en los dúplex, está así de contenta porque ya perdonó a su esposo. O si los papás de mi alumno, el que se emborracha cada tercer día, tienen idea de lo que él hace en la escuela. O si algún día al señor rector se le va a ablandar el corazón, y nos dará aguinaldo por fin…
Algunas de las personas que ostentamos el calificativo de creativas destacamos por perdernos frecuentemente en nuestros pensamientos. Algunas. Como dije en un párrafo anterior, en más de una ocasión, en momentos importantes como juntas de trabajo o reuniones familiares, me he disociado de tal manera, que mi imaginación se ha llegado a mezclar con las ocurrencias del presente, perdiendo todo sentido del lugar y el momento en el que me encuentro. Cuando vuelvo a mis cinco sentidos, sólo me queda desear que no se me haya escapado una mueca, alguna palabra, o cualquier otra cosa que le haga creer a quienes me rodean que me estoy volviendo (más) loca…
Aunque parezca increíble en estos momentos que semejan viajes astrales, pero en despierto, he tenido sueños tales en los que he podido concebir revelaciones para cosas para las que ni siquiera imaginaba que hubiera cabida para una mejora; o hasta una solución para situaciones para las que no me imaginaba, en mi estado consciente, que hubiera remedio. No pasa nada si no me crees. A veces yo misma no lo creo. Pero me ha pasado. Este momento hipnótico, sin embargo, a veces se amalgama con un exótico, pero corto, período en el que me pongo a hablar sola. Me ha pasado que he hecho inesperadas retrospecciones cuando escucho mi voz.
A ti también te pasa, ¿no? Es que, yo sé que no soy la única persona que habla sola, pues he pescado a muchos otros y muchas otras in fraganti, cada uno y cada una con sus propios monólogos públicos, o en esta suerte de “diálogo interno” que, como dije anteriormente, puede ser provechoso en la solución de conflictos, la motivación, y la evolución de las ideas.
En fin.
En ese monólogo he podido descubrir que, si puede contárselo a las vacas de peluche que tengo en mi cama, entonces casi todo lo que se me ocurre decir, que no es necesariamente descabellado, puede llegar a ocurrir.
Por favor, no me malinterpretes. Ni fumo nada, ni tomo nada para llegar ahí. Llego sola, sin más apoyo que mi desbordada creatividad, mi profundo deseo de utopía, y mi furtivo deseo de estar dentro de este mundo tan mítico como sublime. Un mundo imaginario que siempre me espera al terminar el día. O que a veces se hace presente a la mitad de la jornada, y que me trae tal paz, que a veces me da también por cantar. O por escribir.
Este paracosmos es un lugar quimérico que, en algunas ocasiones muy específicas, y desde mi infancia, me ha servido de escape, y que incluye todo tipo de historias y personajes. Unos inventados, otros reales. Unos familiares, otros desconocidos. Cada uno con su propia historia, sus propios afanes, y hasta su propia época. Pero todos plasmados en el arte que me es tan propio. Mi relación con los varios actores de mi paracosmos es tan fácil como compleja, y tan profunda como superficial. Cuando mi realidad se vuelve abrumadora, mi paracosmos es mi refugio mental. A veces, hasta emocional.
Mi paracosmos es un tipo de alter ego de mi propia vida. Es el lugar a donde soñar despierta me lleva irremediablemente. En donde mis utopías personales me ayudan a reducir un poco mis (últimamente) muy elevados niveles de estrés; y a aumentar mis niveles de confianza. Además, mis visitas no se quedan ahí. Este lugar ha sido siempre la inspiración que busco, y que me ayuda a expresar mi creatividad de todas las maneras en las que me es posible expresarla. Para pintar, para dibujar, para esculpir. Para hablar. Pero especialmente, para escribir.
Si escritores como J.R.R. Tolkien y C.S. Lewis son famosos por desarrollar sus paracosmos en obras literarias y, aunque ellos fueron (y siguen siendo, a pesar de no estar ya en este plano) personas de renombre y talla internacionales, de todos modos, aun a pesar de mi pequeñez literaria, creo que no estoy tan perdida…
Ahora bien. Mi imaginación no siempre tiene un freno o un objetivo en mi paracosmos. A veces no siempre quiere seguir sus propias reglas, impuestas por ella misma. La muy libertina a veces se desboca. Y es cuando quiero pintar, esculpir o escribir. Y cuando pinto, esculpo o escribo, se desboca más que nunca. Es un dialelo tanto vicioso como virtuoso que, en retrospectiva, se mueve al ritmo de mis experiencias, mis vivencias, y lo cambiante de mis deseos.
Y lo confieso. No soy ninguna santa. A veces, ciertos deseos cambiantes llenan mi paracosmos de una serie de pensamientos intrusivos que rayan en lo criminal. Sobre todos contra aquellos que atentan contra la paz social, el respeto mutuo, o la cordura colectiva.
Pues, ¿quién, que tenga un poco de sangre en las venas, no ha querido salir corriendo de la casa a ahorcar al vecino que no deja de desperdiciar el agua dizque lavando su tuneado y noventero cacharro de automóvil mal pasteado, escuchando música a todo volumen? ¿Cuántos de nosotros y nosotras no hemos deseado, mágicamente, ser capaces de detener a algún criminal, dándole una sopa de su propio chocolate, infringiéndole el mismo dolor que él o ella están aplicando sobre los demás? ¿Qué número de nosotros tiene ganas de gritarle a su jefe de lo que se va a morir, pero no se atreve, porque los trabajos ya no abundan como antaño?
Tampoco creo ser la única…
Muchas cosas he visto cambiar de forma, o completamente transformarse en mi vida, a partir de la llegada de este mundo entero que tengo en mi mente, que se conecta con mi corazón, y que me deja alejarme de, o jugar con, la realidad que a veces me intimida.
Mi paracosmos me ha permitido construir un mundo detallado que estimula mi creatividad, que se traducen en otros esfuerzos artísticos, e imaginar más cosas todavía.
Mi paracosmos me ha permitido sumergirme en un mundo imaginario que me trae, en muchas más ocasiones de las que espero, una sensación de calma o liberación emocional.
Mi paracosmos me ha permitido desarrollar habilidades para organizar mis planes, para narrar mis historias y para dar rienda suelta a mi imaginación cuando hay momentos estresantes.
Mi paracosmos me ha permitido convertir mis ideas en el arte que tanto amo, y que, además de mis habilidades magisteriales, tanto me representa junto a otras tantas virtudes.
Pero, sobre todo, y a pesar de que mi paracosmos es un lugar que me da paz, no es un lugar que me absorba de mi realidad. Como en cada cosa que vivimos en este hermoso plano, el equilibrio es el secreto. Mi paracosmos no se convierte en un escape hasta el punto de interferir con mi vida diaria, las relaciones o las responsabilidades. Pues usándolo, así como lo hago, de manera constructiva, se convierte en una herramienta poderosa que me enriquece en lo personal y en lo creativo…
Construir mi paracosmos es un viaje continuo, no una carrera. Ni contra mí misma, ni contra nadie más. Simplemente dejo que evolucione de forma orgánica, lo que me permite disfrutar explorando el mundo (o los mundos) que voy creando.
Al siguiente proyecto,
Miss V
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