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CON MIEDO AL ÉXITO

  • Writer: yesmissv
    yesmissv
  • Mar 17, 2023
  • 7 min read

Lo que voy a relatar a continuación, es una opinión personal, responsabilidad de quien la escribe, y resultado de mis propios deleites y amarguras. No es, en absoluto, una generalización de cómo se ve la vida porque, dentro de los muchos vaivenes por los que transitamos regularmente, los muchos optimismos y pesimismos por los que fluctuamos diariamente, y detrás de los muchos cristales que para verla utilizamos frecuentemente, cada uno, cada una, habla de cómo le va en la feria.


Así comienzo este sermón, resultado de una plática que tuvimos ciertos ex-compañeros de trabajo y yo, con base en mi post anterior: el de los jóvenes adultos que tenemos como alumnos y alumnas, y que exigen premios por todo. Entre varios dimes y diretes, estira-y-aflojas, y puntos de vista varios, a alguien se le ocurrió preguntar: “Así, ¿cuándo alcanzarán el éxito estos muchachos?


A lo que otro contestó: “Y, ¿qué es, en sí, el éxito? o bien, ¿cómo se mide?”


Ay, pues… no sé.


Al respecto de la competitividad y las ganas de ganar, de las que todos hemos adolecido alguna vez, de las que escribía en el post del que les hablaba, y en la que los “perdedores” se han vuelto meros testigos con premio por hacer lo mínimo, y los “ganadores” en desganados participantes con enojadas mortificaciones por también obtener premio, aún haciéndolo mejor, vienen a mi mente recuerdos de cuando, aún siendo ganadores, algunos de los ganadores que conocí, preferían escapar del ojo público del reconocimiento y del claro aplauso de la aceptación.


Se escondían de la rebanadilla de notoriedad que la Vida les había concedido en ese momento en particular, y que muchos asociábamos con el éxito. Breve, sí. Pasajero, incluso. Pero éxito al fin y al cabo.


Otro maestro dijo, palabras más, palabras menos, que el éxito es inmensurable, por lo menos de una manera ordinaria u obsequiosa, porque cada quien tiene una visión, una idea, una creencia de lo que significa el éxito. Pero que, casi siempre, asociamos el éxito con ganar, y no necesariamente con sobresalir.


Todos hemos imaginado brillantes escenarios en los que se nos reconoce (públicamente o no) por algún logro obtenido (imaginario o no), y que, inevitablemente, nos llevan a la cima, acompañados de la fama y la fortuna que la gloria, tan buscada como tan esquiva, trae consigo.


Y, aunque hemos escuchado en voces de los que creemos triunfadores (y de los menos triunfadores, también) según nuestros estándares, nuestra experiencia, o nuestros adoctrinamientos, que el éxito es el feliz resultado de pequeños eventos, proyectos o esquemas, sin importar la envergadura del asunto, habrá otros que, estando en la cima del mundo, abanicándose con sus millones, nos digan que el éxito es ése: estar en la cima del mundo, abanicándose con sus millones.


Quienes nos dedicamos a la docencia, y a otras cosas nada relacionadas con ella, por ejemplo los que tenemos algunas habilidades en el campo de lo artístico, avanzamos más hacia lo que conocemos como éxito, de a poco, a cuentagotas. Pero, al mismo tiempo, soñamos con éxitos deslumbrantes.


No sé si a ustedes, pero a mí me ha pasado en muchas ocasiones que, cuando busco el éxito, o por lo menos la consecución, en cualquiera de las facetas en las que se presente, siento que me elude. Se da a desear, pues. Entonces siento el deber, más que el deseo, de moverme al siguiente nivel con el objetivo de florecer. Pero, algo me detiene. Siento que algo NO encaja…


¿Será que, inconscientemente, tengo miedo de mi propia superación? Pero, ¿por qué tengo miedo cuando estoy trabajando tan duro para progresar? ¿Acaso es con lo que los ganadores se llenan la boca al decir: “SIN miedo al éxito”? ¿Qué es el miedo al éxito?


El miedo al éxito, según mi propia definición, es la intranquilidad que nos trae el pensar que, una vez que alcancemos un nuevo objetivo, no seremos lo suficientemente capaces de sostenerlo en pie, padeceremos a causa de ello, o perderemos todo, incluso lo poco que hemos logrado hasta ese momento. La mayoría de las veces, no somos conscientes de este miedo, pues lo llevamos bien entretejido en la médula familiar. Eso es porque, cuando nos dirigimos hacia un propósito, hablamos de los efectos positivos de lograr ese propósito particular, y casi nunca (si no es que NUNCA) comunicamos o visualizamos lo que podría ocurrir cuando lleguemos al siguiente nivel.


No estoy hablando por hablar, amigos y amigas. Estoy hablando porque, como muchas otras personas, hoy estoy inmersa en un tipo de cuasi-cómodo pozo en el que, el éxito (como lo he concebido) parece querer asomarse y querer echar una escalera, pero que no se atreve del todo…


O bien, la escalera está echada, pero no me aventuro a subir por ella. Los peldaños no parecen tan firmes. No me vaya yo a caer, y entonces sí…


El miedo al éxito no es, obligatoriamente, el temor (o pavor) a conseguir ese, o cualquier otro, beneficio, mayormente particular y propio, para cada uno. Sin embargo creo, a partir de la experiencia personal, que lo más frecuente es la desconfianza que trae cualquier potencial cambio o las consecuencias que trae algo mejor, pero de lo que desconocemos el desenlace. O porque hemos vivido otros trágicos finales antes.


Es una cruel anticipación de cómo los demás, incluida yo, reaccionaremos al triunfo. En términos personales, mi preocupación es que lograr el éxito se dará a costa de algo más valioso en mi historia. Un dando y dando de la vida, a veces tan justa. A veces, no.


Por eso me auto-saboteo, a veces muy conscientemente, con objetivos obvios, avances acompasados, perfeccionismos pausados, abandonos absolutos…


Sí. Lo confieso. Soy una persona muy miedosa. Y moverme de la comodidad que me trae mi incomodidad, siempre me ha costado mucho trabajo, aunque finalmente deba (y no necesariamente, quiera) dar el paso decisivo hacia adelante. Tal vez, por la desenvoltura de mis modos, o porque intento buscar el lado positivo antes que el negativo en casi todo, no sea tan evidente que, en muchas más ocasiones de las que quisiera, o de las que me atrevo a aceptar, me muero de miedo. Sin embargo, a fuerza de trabajar en mi conocimiento personal he empezado a identificar mi propio miedo.


Pero de vez en cuando, muy de vez en cuando, me atrevo a dar un paso fuera de mi bien bardeada área de imperturbado bienestar.


Con mucho miedo.


No sólo al éxito, sino también a otras cosas.


Como al fracaso…


Creo que, en sus muchas interpretaciones, ramificaciones y orígenes, el miedo al éxito es similar al miedo al fracaso. Quizá, resultado de mis andares por esta vida: los miedos que ya arrastraba la familia en la que nací; los miedos que fui adquiriendo a fuerza de andar por este plano; los miedos que todavía ni siquiera son, y que, a veces, me quitan el sueño…


Ahora, como una epifanía, empiezo a comprender qué es lo que no encaja.


Lo que NO encaja son las viejas ataduras de los clanes a los que pertenecemos, y que nos han hecho creer que el éxito es perverso, porque cualquiera que está en la cima carece de humildad, y la falta de humildad (entre otras cosas) nos llevará, en el momento menos pensado, a sufrir las amarguras del fuego eterno.


Lo que NO encaja son las fidelidades a las singulares reglas de nuestra propia tribu, y que nos han hecho sentir que el éxito es peligroso, porque los medios para llegar a él, son execrables, y sólo los que carecen de amor (entre otras cosas) y van aplastando a otros, llegan a la ruina moral, disfrazada de triunfo.


Lo que NO encaja son mis propias creencias de adulto atado a su progenie, y que nos han hecho suponer que el éxito es inalcanzable para "una persona cualquiera", y que traducimos como miedo a emerger y persistir (entre otras cosas), y que únicamente está reservado para aquellos sinvergüenzas que no tienen temor ni de Dios…


Como dije, soy una persona muy miedosa. Y moverme de la comodidad que me trae mi incomodidad, siempre me ha costado mucho trabajo.


Pero con seguridad, no sólo a mí…

*a la maestra que no se atreve a decir lo que piensa, por temor a que la dejen sin trabajo, sin saber si ése es el indicio que necesita para crecer.


Sino también…

*al escritor que no se atreve a publicar su libro, por temor a la respuesta de los críticos y de la gente, ignorando todavía si ése es el inicio de su florecimiento.

*a la mujer que no se atreve a celebrar sus destrezas, por temor a la reprobación de otros, sin percibir todavía si ése es el cambio que desesperadamente necesita.

*al artista que no se atreve a divulgar su arte, por temor a la censura de los menos habilidosos, sin comprender todavía si ése es el principio de un proyecto mayor.


Qué difícil.


Qué miedo…


Pero entonces, aún con miedo, éste deberá ser el principio del primer paso hacia nuestra (mi) visión y nuestra (mi) concepción del propio éxito.

Asimilar el cambio, cambiar de mentalidad, y/o abrirse al éxito no es siempre fácil o satisfactorio. Incluso sólo de imaginar que hay que salir de esa cómoda incomodidad de la que hablaba antes, hace que se me revuelvan las tripas…

Pero, ahora que lo sé, éste es el momento de aprender a no ponerme yo misma el pie, a no interponerme en mi propio camino, a no predisponerme a un yerro que ni siquiera ha ocurrido.


La naturaleza humana, aunque maravillosa, es también confusa. Y es su ambigüedad la que no nos permite tener completo control sobre nosotros mismos, la mayor parte del tiempo. Pero mis ideas, mis emociones, mis agobios, y a veces hasta mis respuestas, aunque no son necesariamente positivos todo el tiempo, deben darse, de hoy en más, con la firme conciencia de que serán bien encauzados, para evitar auto-sabotajes en el camino hacia el éxito que yo haya visualizado.


Por eso, si antes no me había dado cuenta del hecho de que lo único que se interpone en mi camino soy yo misma, a partir de hoy, de a poco, a cuentagotas, no sólo reconoceré, sino que me atreveré a subir el primer endeble peldaño de la escalera que tanto me asusta, para salir de la comodidad del pozo en la que estoy, y moverme hacia donde me apasione, elija, y quiera hacerlo.


Con satisfacción,

Miss V.


 
 
 

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