¿CHILLONA, YO?
- yesmissv

- Jul 18
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Mis más allegados no me dejarán mentir, aunque tampoco tengan porqué asegurar lo que digo. Pero no hay nada que ocurra en este paneta, o alrededor de mí que, siendo aunque sea medianamente sombrío, moderadamente doloroso, o mediocremente emotivo, no me haga llorar como una Magdalena.
El llanto fácil es algo que me ha acompañado desde que tengo memoria. Siendo una niña, mis primas me decían que era una chillona y, al mismo tiempo que lo negaba, me ponía a llorar. No sé si semejante problema es genético o cultural o educacional, si lo aprendí de tanto verlo, o si me tocó vivir en una familia con otros que, toda su vida, han sido tan llorones como tu servidora.
Aunque algunos dirán que una persona llorona es una con la sensibilidad a flor de piel, que llorar ayuda a controlar el estrés, y que el llanto es una manera de ventilar nuestras emociones, quiero confesarte que llorar de todo es una circunstancia que me molesta mucho. Sobre todo delante de los demás. Me da coraje no poder guardar la compostura por más tiempo y que, al primer comentario tormentoso que reciba, la voz se me quiebre, se me aguaden los ojos, y tenga que tragar gordo, mientras finjo alguna tos inesperada tos para, de alguna manera, cubrir el lamento que está a punto de revelarse.
A lo largo de mis años por este plano, me he dado cuenta de que, aunque no soy la única llorona, llorar de la nada o por todo, es mucho más común de lo que yo suponía. Sin embargo, y a pesar de no ser la única llorona, por lo menos, no en mis círculos laborales (porque de los familiares, mejor ni te platico), creo que llorar se ve como una manifestación que normalmente propone al llanto como una expresión de la sensibilidad, pero que también arroja, frecuentemente, preguntas al respecto de la firmeza emocional. O de la falta de ella.
Aunque ciertamente me han etiquetado como “chillona”, y hasta me lo han dicho en mi cara, agregando que es no es bueno ser tan sensible, quiero entender al llanto fácil, como el mío, como parte de la peculiaridad de mis manifestaciones emocionales. Aunque no esté completamente reconciliada con su inesperada y continua aparición.
Y, puede que sea cierto. Esa “peculiaridad” es, efectivamente, única para mí, tanto como para otros su rigidez, o su risa, será un atributo único. Mi cuadro emocional, creado por mi propia naturaleza, mi distintiva instrucción y mis características experiencias, me hacen la chillona que hoy soy y que, a pesar del paso del tiempo, no ha mermado ni un poco. Al contrario…
Otras veces, también me han dicho llorona, pero esas palabras vienen acompañadas de un tipo de congratulación, pues llorar, según estas otras personas, es una salida emocional saludable, más que una señal de debilidad. Que llorar puede llegar a ser más beneficioso que perjudicial. Pero que también depende del motivo. Y delante de quién llores…
O sea, de todas maneras Juan te llamas: soy una chillona y, aunque me felicites por la valentía de no ocultar lo que siento, puede ser que mi fácil llanto siga siendo demasiado incómodo para ti. Pero, mira qué cosas: para mí también.
Pero sí. Sí es cierto. No puedo negar es que llorar, a veces mucho, a veces más, me significa una suerte de liberación purificadora, una muy necesaria catarsis. En ocasiones natural. En otras instancias, buscada. Pero, independientemente de su naturaleza o de su causa, llorar me conecta cada vez más y más profundamente con mis propios sentimientos, con mis propios deseos, con mi propias empatías.
Y, a pesar de la pena que me sigue dando llorar en público, sé que hacerlo, como sea, me deja transitar con mucha más libertad y expectación por contextos emocionales tanto claros como complejos, tanto propios como ajenos, con mayor discernimiento.
Ahora, a pesar del doble dolor que me causa mi propio llanto, sé que éste puede ser el origen de mi propia tenacidad. Mientras más entiendo mi propia expresión emocional, resultado del llanto (por tristeza, por enojo, o por felicidad), es mucho más fácil aceptar esta “diferencia” individual, misma que es esencial para formar una humanidad más sensible y tolerante.
Llorando como Magdalena (otra vez),
Miss V



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