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AQUÍ ME TOCÓ VIVIR

  • Writer: yesmissv
    yesmissv
  • Aug 14, 2022
  • 3 min read

Cuando era niña, entre los muchos sueños de mi infancia, estaba el de vivir en una casa grande.


En aquellos ayeres, no me interesaba (porque ni tenía idea) de que la zona donde estuviera ubicada la casa, importara tanto. Ya con el paso del tiempo, cuando una empieza darle importancia al bienestar, al trabajo, y por ende, al dinero, fue que me di cuenta de que como maestra, (y única proveedora por años) por más que me esforzara, jamás viviría en ninguna "zona dorada" de nuestra mal-crecida ciudad.


Ciertamente, el tiempo pasa para todos, y las cosas van llegando a uno (o las va uno buscando) según las elecciones, las lecciones, las oportunidades y, tal vez, hasta la fortuna que vaya uno teniendo. Hoy estoy viviendo en una casa grande, amén de los años que ya carga.


Lo triste es que, la zona donde está, no es dorada ni de chiste.

Ni siquiera es plateada, la condenada.

Nomás enseña el cobre...


Pero aquí me toco vivir.


En un lugar que quiso elevarse, pero que no pudo florecer.

En un lugar que debe su nombre a un santo, pero que de santidad tiene muy poca.

En un lugar que se graduó de ser una simple colonia, a un renombrado barrio.


Un barrio de los de antes. O de los de siempre.


Lleno de señoras que barren sus calles todos los días. Pero también de banquetas prístinas, que huelen a jabón y a yerbabuena.

De señores que se van al trabajo en bicicleta. Pero también de coches viejos, que se quedan dormidos en las cocheras.

De niños que todavía salen a jugar a la calle. Pero también de amistades o desaires de muchos años.

De personas que no te tutean, y que respetuosamente te llaman "vecina". Pero también de bienvenidas y agradecimientos con pan o gelatina.

De gente que no camina por las banquetas, sino por el arroyo. Pero también de gente que se detiene a platicar, pero rapidito, porque se les va el camión.

De vecinas que venden gorditas fritas en manteca los fines de semana. Pero también de tienditas, tortillerías, verdulerias, y carnicerías, que abren todos los días.

De casas viejas y ajadas, cansadas de existir. Pero también de edificios que buscan renovarse, con pintura y azulejos.

De interminables excavaciones para "meter tubería nueva". Pero también de calles pavimentadas con el mismo asfalto de siempre, viejo y deteriorado.

De las campanadas dominicales, desde las siete, para ir a misa. Pero también de cuetes, desfiles y moños de papel de China, para el día de la Virgen.

De perros y gatos que son dueños de sus cocheras, y sólo miran a la calle. Pero también de perros y gatos que son dueños de la calle, y que son de todos y de nadie.

De gente infame, que busca quedarse con los bienes de otros. Pero también de gente buena, que busca hacer el bien a los demás.

De los ruidos feos del claxon o de las bocinas del lechero, del panadero, del verdulero, del agua, del gasero, del elotero. Pero también de sonidos bonitos, de música de la de los abuelos, tocada en el justo volumen.

De gente que trabaja mucho, todo el día. Pero también de gente que está sentada en la banqueta de la vinícola; todo el día.

De jóvenes que no te saludan, aunque te conozcan. Pero también de viejos que te saludan sin conocerte.


De vidas muy parecidas. Pero también de vidas muy diferentes.


Así es aquí. Un barrio como muchos otros. Un barrio más.


Un lugar que quiso elevarse, pero cuyos habitantes luchan por florecer.

Un lugar que debe su nombre a un santo, pero cuyos vecinos no somos tan santos.

Un lugar que se graduó de ser una simple colonia, a un renombrado barrio.


Aquí.


Aquí me tocó vivir...


Con sueños por cumplir,

Miss V

 
 
 

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