ABRAZOS CLANDESTINOS
- yesmissv
- Dec 31, 2020
- 3 min read

El buen Don Aristóteles dijo un día, hace mucho, que los seres humanos somos sociales por naturaleza, y que necesitamos del roce físico, que no sólo del emocional, para sentirnos si no completos, o felices, también para perpetuarnos (redactado con un poco de licencia artística, obviamente, porque el señor filósofo lo dijo de otra manera) y sobrevivir.
Sociabilizar es un proceso, y este proceso se va experimentando desde que somos chiquitos, cuando los adultos responsables (o irresponsables) de nosotros nos van integrando a (o desintegrando de) las muchas comunidades de las que nos volvemos parte.
Por otro lado, el grado de sociabilización también se va dando a medida que se va uno haciendo mayorcito, o más madurito, y cuando solitos empezamos a reconocer que necesitamos de terceros para lograr algunos propósitos profesionales, alcanzar ciertos ideales materiales, y/o cumplir otros objetivos emocionales.
Tanto los socialmente activos (como yo) como los socialmente pasivos (como mi hijo y mi hija), hemos experimentado, tal vez estos días más que en ningún otro tiempo, la necesidad de socializar los afectos, de colectivizar las alegrías, y de compartir las experiencias.
En pocas palabras: tenemos ganas de abrazarnos.
No abrazos sermoneados o remotos. No abrazos fríos o virtuales. Verdaderos abrazos físicos. De esos que se dan con los brazos, pero también con la razón. De esos que estrujan el cuerpo, pero entibian el alma. De esos que abrazan a otros brazos, pero enlazan los corazones.
Abrazos legales, no clandestinos.
Abrazos de antes. Pre-pandemia. Abrazos que no nos dejen la sensación de haber hecho algo indebido, sino algo completamente lícito.
Aquellos respetuosos que nos hemos “portado bien” y que hemos cumplido la disposición de quedarnos en la casa, hoy lo comprendemos más que nunca: incluso mis vástagos, con su moderación social, buscan el abrazo de sus seres queridos, particularmente, el de sus abuelos, a los que no pueden (no por no poder, sino por no deber) abrazar.
Abrazar importa.
Abrazar fortalece.
Abrazar abrasa.
Científicamente hablando, abrazar aumenta los niveles de oxitocina, la cual disminuye el estrés y cura los sentimientos de soledad, enojo y aislamiento. También eleva los niveles de serotonina, lo que eleva el estado de ánimo y crea felicidad.
En cuestiones de salud física y mental, los abrazos fortalecen el sistema inmunológico. La suave presión sobre el esternón y la carga emocional que esto crea, activan el chacra del plexo solar que estimula la glándula del timo regulando y equilibrando la producción de glóbulos blancos del cuerpo.
Los sorprendí, ¿verdad? Pero todo esto lo investigué. No crean que me lo sabía de memoria…
Pero lo que sí sé, y por experiencia lo escribo, es que, como abrazadora que soy, los abrazos genuinos, los que se dan con ganas, aumentan la autoestima: brindan una sensación táctil, tan tibia y tan transformadora, que nos muestra que somos amados, pues no sólo conectamos los brazos, y la respiración, sino también el corazón.
Los abrazos son similares a un estado de calma, o, por el contrario, a uno de euforia, que nos enseña a dejarnos ir, pero a estar presentes al mismo tiempo. Los abrazos son una forma de inversión entre los dos (o más) que se abrazan, lo que aviva la empatía, la armonía, y la alegría.
Ciertamente, para muchos, abrazar implica un esfuerzo. Para otros, no hacerlo, significa un martirio.
Ahora. Aquí, mi pregunta es: ¿Por qué tenemos qué sacrificarnos sin abrazar a quienes amamos, cuando muchos de los demás se abrazan sin cuidado, se aglomeran sin prudencia, se abandonan sin cautela, sacrificando nada?
¿Por qué sólo podemos desear abrazar a quienes queremos, cuando otros tantos se abrazan bajo las brutales y egoístas consignas de que (sin fines políticos inmiscuidos) “esto es un ardid de los regímenes en el poder” y que “de algo nos tenemos qué morir”?
Por amor.
A mi papá. A mi mamá. A los abuelos. A mi hija. A mi hijo. A mi familia. A mis amigos. A mis amigas.
A mí misma.
Por eso, hoy por hoy, en medio de esta situación de compleja y oscura falta de salud e interés generalizados, en la que toda la humanidad estamos hundidos, el sacrificio de no abrazar pareciera ser más eso: un acto de amor que de falta de él.
No habrá clandestinidad en mis abrazos porque NO habrá abrazos.
Pero sí compartiré el amor de mis encuentros, otrora físicos, en un cúmulo de abrazos contenidos en mis palabras, que salen de la razón, pero provienen desde el corazón, y que llevan en sí el más efusivo deseo y la más ferviente fe, de un futuro mejor para todos, aunque de tanto repetirse, suene desgastado. De un año nuevo más que despierte nuestras conciencias y abrace y abrase nuestros corazones con la fe de que el que es la Vida (o como tú le llames) no abandona nunca a quienes nos abandonamos en Él.
Dejo mis abrazos físicos a un esperanzador y expectante momento posterior. Porque, de que tiene qué llegar, tiene qué llegar.
Hoy te envío abrazos verdaderos. Abrazos desde el corazón. Abrazos legítimos. No abrazos clandestinos.
Con esperanza,
Miss V.
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